domingo, 7 de mayo de 2017

2.-EL PASILLO DEL TIEMPO

#tiempoderelatos
EL PASILLO DEL TIEMPO, UNA AVENTURA DE ELIGE TU PROPIA AVENTURA DE EL MINISTERIO DEL TIEMPO 
Por Saco de dados

GIF de Jon Romero
(Contextualizado en la semana trágica de Barcelona 1909)


MDT: EL PASILLO DEL TIEMPO

Os cuesta forzar la puerta al otro lado, pero finalmente cede, levantando una nube de polvo y dejándoos entrar en lo que parece una pequeña tienda de moda. Fotos amarillentas de elegantes vestidos cuelgan de las paredes y maniquíes desvestidos se exponen ante un escaparate cubierto de mugre.

-Lleva abandonado mucho tiempo.- observa Alonso, pasando un dedo sobre la capa de polvo que cubre el mostrador. Julián observa la oscuridad absoluta a través de la puerta que habéis atravesado.

-Es milagroso que nadie encuentre estas puertas por casualidad.

Amelia se dedica a mirar los cuadros de modelos que cubren las paredes.

-Por el estilo de la moda, debemos estar a principios del siglo XX. No muy lejos de mi época.

Alonso encuentra un viejo calendario enmohecido.

-1906- señala el año-, pero sepa Dios cuánto lleva esto aquí.

-Descubrámoslo.- decide Julián, abriendo la puerta del establecimiento cerrado y cediendo el paso a sus compañeros. Siendo la primera en salir, Amelia se encuentra junto a un puerto concurrido. Un enorme barco de chimenea humeando toca su bocina, acallando el grito de las gaviotas. Una gran sonrisa se le dibuja en la cara al reconocer ese muelle, esas calles, esa inconfundible estatua subida a una alta columna.

-Barcelona- respira profundamente-. Estamos en mi ciudad.

A pesar de que a diario regresa a su hogar, son pocas las veces -y no las más agradables- que una misión la ha traído a su ciudad natal. Bulliciosa, culta, abierta al mar, una de las urbes más importantes y hermosas de Europa les recibe, como siempre, con los brazos abiertos.

O quizá no.

Arte de Marta R. Chicote
 -Algo está pasando, Amelia.- advierte Alonso, poniéndole una mano en el hombro. Al girarse, la catalana ve como la gente corre por las calles o se esconde en sus casas. La guardia civil persigue a todo el mundo sin hacer distinción y golpea con sus porras a los rezagados. De más de una decena de focos en toda la ciudad ascienden oscuras columnas de humo. Barcelona está ardiendo.

-Dios mío- dice Julián-,


¿qué es lo que está ocurriendo?


ANTES DE TIEMPO
Oís disparos, gritos y protestas. Cristales rotos, llantos y cascos de caballos.
-Creo que sé cuándo estamos- aventura Amelia-, y preferiría estar en cualquier otro momento y lugar.
-Quedaos detrás de mi- Alonso acaricia su pistola, esperando no tener que llegar a utilizarla.
-¿Qué sucede, Amelia?- le pregunta el enfermero, que empuja a sus compañeros tras una esquina para evitar que los guardias civiles a caballo les vean.
-Si no me equivoco, estamos en 1909- para sus compañeros eso no aclara nada-. En la que se llamó Semana Trágica de Barcelona.
-¿Qué locura se ha desatado en la ciudad?- le insiste Alonso. Su mentalidad respetuosa con la autoridad no entiende nada. Muchos barceloneses de aspecto humilde se reunen en las encrucijadas de las calles, cargando armas improvisadas y encarándose contra las fuerzas de la ley.


-Que vagin a la guerra els fills dels rics!
-O tots o cap!!
Vuelan en todas las direcciones piedras y balas. Veis cómo se han levantado barricadas y se han volcado tranvías. Encontráis un escondite perfecto en un callejón oscuro.
-En 1909, el gobierno de Antonio Maura movilizó a los reservistas para enviar tropas a lo que quedaba de las colonias en Marruecos- expone Amelia-. En Barcelona, muchos padres de familia, los que sustentaban a los hogares más humildes, se vieron obligados a dejar a sus mujeres e hijos e ir a luchar a África. Los pobres, por supuesto, pues un pago de 1500 pesetas eximía a los pudientes de ir al frente. Las mujeres de los reclutados forzosos, y luego toda la población civil, se levantaron contra la autoridad. La participación de los anarquistas dirigió las acciones de la turba contra la institución eclesiástica, a la que se acusaba de privilegiada, de apoyar el injusto poder establecido y de perpetuar el status quo.
-¿Se levantaron contra el rey y contra la Iglesia?- reguñe Alonso-. No es esa la España por la que he luchado toda mi vida.
-Lo que está ocurriendo estos días en Barcelona, y en gran parte de Cataluña es injustificable- admite Amelia, sinceramente consternada por lo que ve a su alrededor-, pero la pobreza y la actitud de un Gobierno injusto e indiferente, han hecho mucha mella en las clases más humildes. Se asaltaron iglesias y conventos, pero en gran medida se respetó a los clérigos. Por desgracia, la represión será brutal, y queda por derramarse mucha sangre por ambos bandos.
En pocas misiones han visto Julián y Alonso a Amelia tan consternada. No es para menos, esta es su ciudad, es su gente la que sufre y son las calles que conoce las que arden. Además, lo que están presenciando está sólo unas décadas por delante del año del que ella procede, y no es imposible que sus padres aún vivan. O incluso ella podría encontrarse en estas calles. Con un empuje que casi raya lo imprudente, Amelia sale de vuestro escondite y agarra las hojas de un periódico que son arrastradas por el viento.

-28 de Julio de 1909- lee-. Puede que sea suficiente.

-Tal vez no sea la prensa de hoy.- siente decir Alonso.

-Cierto, pero la ciudad es un polvorín- recuerda Amelia-. Podemos volver en una semana, cuando todo acabe, y precisar más la fecha exacta. Estoy segura de que Ernesto y Salvador lo entenderán perfectamente.
-Estoy de acuerdo- coincide Julián con todo severo-. Vayámonos de aquí antes de que todo empeore.

-Que me place.- consiente Alonso de Entrerríos, contento con la decisión tomada. Retornáis a las calles principales a toda prisa, agachándoos cada vez que oís un disparo y escondiéndoos cada vez que un grito anuncia una carga. Llegáis al carrer de la Boqueira, a tan solo un par de calles de la puerta del tiempo, y veis a un grupo de obreros reunidos, portando barras, porras e incluso cuchillos y navajas. Se reúnen en torno a un hombre de unos cincuenta años, de cierta elegancia en su porte e indiscutible halo de carisma. Se dirige a los exaltados, con los gestos y ademanes del que está acostumbrado a hablar al público y convencer. No sois capaces de distinguir si les arenga y les enciende, o si está llamando a la calma y al sosiego, pero la reunión acaba cuando unos guardias a caballo entran a trote en la calle dispuestos a disolverla. La gente huye en vuestra dirección y, pillados por sorpresa, no sois capaces de apartaros con la suficiente premura. El distinguido caballero que hablaba a la multitud choca contigo, y casi te hace caer. Se agacha a recoger algo del suelo y, sin solución de continuidad, se aleja a la carrera cuando los agentes a caballo embisten a la turba y se oyen gritos y ruegos de los golpeados y los pisoteados bajo los cascos de los caballos. Tus compañeros te arrastran a un soportal y os escondéis hasta que todo pasa.
Arte de @ladysquint
-Este es el momento, corramos y regresemos a 2016.

-¡Esperad!- no das crédito. Buscas en tus bolsillos, jurarías que estaba allí hace un momento-. He perdido mi móvil.

-Busca bien.- te apremian. Nada.

-¿Tienes la seguridad de que lo has traído?

-Sí. Hasta hace un momento lo tenía- atas cabos-. Se me ha tenido que caer cuando me han empujado.
Regresáis a la calle donde os cruzasteis con la multitud. No queda nadie y podéis buscar sin que os molesten. No tenéis suerte.
-Puede que lo perdieses antes. Piensa.
La situación es ciertamente comprometida. Un objeto tecnológico tan avanzado un siglo antes de tiempo supondría un peligro inimaginable para la preservación de la Historia; ¿cuántos años se adelantarían muchos descubrimientos técnicos si fuera analizado por personas expertas? Incluso alguien particularmente intuitivo seria capaz de desvelar su funcionamiento y acceder al basto conocimiento de Internet, ¿qué repercusión tendría eso en los acontecimientos del convulso siglo XX? Intentas mantener la calma y te tomas unos segundos para recapacitar.
-¡Me choqué con el hombre que estaba dando la proclama!- recuerdas-. Él se agachó para coger algo. Supuse que se le había caído algo, ¡pero puede que se me cayese a mi, y que quisiera devolvérmelo! Con la carga, no tardamos en perdernos de vista.
 

-Tenemos que encontrar a ese hombre- concluye Julián-. Pero, ¿cómo localizar a una persona en una ciudad en llamas?

-Parecía que el populacho le conocía- recuerda Alonso-. Preguntemos a los levantiscos y que nos indiquen de quién se trata.

-Sin duda la guardia civil también le conocerá- colige Amelia-. Por mi aspecto podría acercarme a uno sin levantar sospechas, e intentar sonsacarle información.

-Entonces- busca consenso Julián-, ¿preguntamos a los sublevados o a las fuerzas del orden?


No es una decisión fácil de tomar y son muchos los riesgos que supone acercarse a uno de los grupos en conflicto, pero optáis por las fuerzas de la ley como la opción más razonable. Amelia, además, no desentona como señorita de la buena sociedad catalana, de la burguesía privilegiada. En efecto, cuando la guardia civil recupera la calle y sus agentes mantienen la posición, Amelia se acerca con fingida inocencia a uno de ellos.
-Disculpe, señor- falsea un tono de voz delicado-. Mi familia y yo estamos muy afectados por lo que está ocurriendo en la ciudad.
-Mantendremos el orden, señorita.- se toca el ala del tricornio.




-¿Se sabe algo de quién promueve este alzamiento?- indaga ella-. ¿Saben quién era el hombre que se dirigía a la turba en esta misma calle?

El mostacho del guardia oculta sólo en parte su gesto de desprecio.

-Francisco Ferrer i Guardia- pronuncia el nombre con desprecio-, un profesor anarquista que no oculta su repugnancia por todo lo sagrado. Cuando todo se calme, si no antes, sabremos dónde encontrarlo.

-¿Dónde?- inquiere Amelia, con cierta ansiedad. Al guardia le sorprende la pregunta, pero no ve motivo de recelar de la joven.

-Ese anarquista está de paso en Barcelona, pero le tenemos localizado en la calle del Carmen- confía, mientras tranquiliza a su montura-. También sabemos que tiene tratos con un grupo de profesores laicos, que suelen reunirse en el Bar Estío. Ahora estará en cualquier plaza, con el resto de impíos, planeando su siguiente acción, pero el ejército está de camino y se les va a terminar la tontería a estos cabrones…. disculpe mi lengua, señorita.

Amelia finge ruborizarse, se aleja tras agradecer al guardia su información tranquilizadora sobre la revuelta y regresa junto a la patrulla.

 
-Francisco Ferrer i Guardia.- repite Amelia.

-¿Debería significar algo ese nombre?- pregunta Julián.

-Es una figura muy conocida en Cataluña, y en ámbitos educativos en toda España- aclara ella-. Librepensador y ateo, sus ideas progresistas y la escuela que abrió en Barcelona fueron un soplo de aire fresco para el anquilosado sistema educativo español de esta época. Por sus propuestas provocadoras, y su amistad con Mateo Morral, se ganó muchos enemigos.

-¿Mateo Morral?- repite Julián-. ¿El que tiró una bomba en la boda de Alfonso XIII?

Amelia asiente.

-Hace tres años, exactamente.

Alonso, honrado ciudadano y devoto católico, no da crédito.

-Profanaciones, alzamientos, quema de iglesias, bombas contra los reyes- enumera-. Vive Dios que estos son unos años endiablados.

-¿Y cuáles no lo son en nuestra Historia?- se lamenta Julián.

¿Dónde buscáis a Francisco Ferrer i Guardia



En torno al bar L´Estiu revolotean hombres armados, algunos gritando al pueblo las maravillas de la revolución.
-Trenqueu les vostres cadenes! Que els seus provilegis cremin amb les seves esglésies!



No podéis evitar un escalofrío al ver los ataúdes profanados de clérigos abiertos en la calle, con los despojos de su interior a la vista de todo el mundo. La calavera de una monja os observa al pasar, con sus ojos vacíos y su gesto carcajeante.

-Quien no respeta la muerte, no respeta la vida.- sentencia Alonso. Toda empatía que pudiese sentir por la causa de los alzados el recto Alonso de Entrerríos queda en nada ante gestos como este.

Os abrís paso entre la muchedumbre reunida en la taberna. No tardáis en reconocer a Francisco Ferrer i Guardia, que con su discurso progresista y convincente atrae a los parroquianos.

-Una societat supersticiosa i inculta mai no podrà reclamar el seu dret inalienable a la llibertat- agita -. Anarquia i llibertat no és caos i barbàrie.


Unos aplauden, otros protestan, algunos matizan, El mitin improvisado de Ferrer i Guardia concluye con varios focos de discusión de los que el pensador se aleja. Es vuestro momento para abordarle.

-Profesor Ferrer- le dices-, no se acordará de mi, pero nos chocamos durante una carga de la guardia civil.

Su gesto evidencia que sí se acuerda. Y que algo dejó un significativo recuerdo de ese encuentro.

-Perdí algo en ese momento, y creo que usted lo encontró.
  -Vengan conmigo, tenemos que hablar.
 El profesor intercambia unas palabras con el tabernero, que os deja paso libre a la trastienda. Entre barriles, botellas y olor a vino, Ferrer i Guardia ceba y enciende una pipa.
-Así que lo tiene usted.- abordas directamente. El maestro apaga la cerilla agitando la mano y se toma su tiempo para paladear una profunda calada.
-Cuando nos chocamos vi que se le caía algo- confirma-. Lo tomé del suelo e intenté devolvérselo, pero ya se oían disparos y salí corriendo. Admito que luego olvidé completamente ese extraño objeto, pero cuando lo saqué…
-No es suyo, devuelvánoslo y toco quedará zanjado.- impone Amelia. Algo en el rostro del académico deja claro que no será tan fácil.
-Curiosa esa tablilla- rememora-. Al principio no sabía lo que era, pero resulto ser de un manejo bastante intuitivo.


Tiemblas al oír eso, ¿qué información habrá conseguido del móvil?
-Si no es por las buenas, puede ser por las malas- toma la palabra Alonso. Lo que se está jugando aquí es demasiado importante-. Denos esa tablilla y continúe con su revolución.



-No la tengo- intentas descifrar su gesto, para saber si está siendo sincero o no-. Se lo di a un amiga, Constancia Rodríguez, una erudita y coleccionista de rarezas. Ella tendría más interés en una cerámica que hace ruidos y emite luz.
Ojalá sea sólo eso, y Ferrer i Guardia no haya sido capaz de descubrir cómo el teléfono que perdiste es en realidad una ventana a una cantidad de conocimiento inimaginable.
-¿Dónde podemos encontrar a Constancia?- inquiere Julián.
-Por desgracia, mi amiga ha sido detenida en las protestas.- se lamente.
-¿Llevaba con él esa cerámica?
-Imagino que sí- conjetura-. Se la entregué al poco de cruzarme con vosotros. Lo siguiente que supe de ella es que había sido llevado bajo custodia al cuartel de la avenida de Roma. Un lugar muy activo en estos momentos, todo sea dicho.
-Si el ejército se ha hecho con ese aparato…- plantea Alonso. Amelia quiere ser más optimista.
-Los detenidos están siendo muchos. Posiblemente sólo les hayan confiscado las armas.
-En todo caso, esa es nuestra única pista- concluye Julián-. Debemos ir ahí.
-Ese curioso objeto parece muy importante para vosotros- os dice Ferrer i Guardia-. Hacéis bien.
Hay que luchar hasta el final por lo que es importante.


Os acercáis a la Avenida de Roma, donde se encuentra el acuartelamiento del ejército y sus temidos calabozos. Unos calabozos muy concurridos, en estos días. Guardias de fiero aspecto bloquean la puerta, con sus armas en la mano y clara disposición para utilizarlas. Iglesias y conventos en toda la ciudad se convierten en nubes de humo negro, y los peores momentos para Barcelona están lejos de pasar.
 Debéis encontrar la manera de liberar a Constancia Rodríguez de un fortín, y aún no sabéis ni cómo entrar. Rodeáis la manzana, intentando haceros una idea de la disposición del edificio. Las ventanas que no están enrejadas están en el segundo piso, y no son una alternativa a vuestra incursión. En la parte trasera distinguís una puerta de servicio, cerrada. Os alejáis con naturalidad, pero ese parece haber sido un prometedor descubrimiento.

Diría que esa puerta sólo se puede abrir desde dentro.- intuye Julián. Alonso no quiere dejar pasar esa oportunidad.
-Podría intentar forzar la cerradura. Todas las defensas se concentran en el acceso principal.
Amelia apunta otra opción.
-Los alzados revolotean por la cárcel, sin atreverse a actuar. Puede que en ellos esté la solución.
-No sé si es peor tener pocas opciones, o demasiadas.- se lamenta Julián.
-Buscáis la forma de usar el engaño para infiltraros


-Intentémoslo por la puerta principal- recomiendas-. Con que uno entre, puede abrir a los demás esta puerta.
-Sí, pero, ¿cómo?
-Amelia finge ser la hermana de Constancia.


Amelia entra en la comisaría con gesto compungido. Un policía le sale al paso, preguntándole el motivo de su presencia.
-Mi hermana Constancia está detenida aquí- miente a medias-. Quiero ver como está, mis padres están muriendo de preocupación.
La situación a la que se enfrenta la ciudad no invita a visitas carcelarias, pero los soldados son ante todo caballeros y el aspecto dulce y delicado de Amelia juega a su favor. El agente accede a acompañar a la joven, a la que dirige por el interior de la comisaría hablando despectivamente del comportamiento de los detenidos y compadeciéndose del sufrimiento que por su culpa sufrirán los padres. Una explosión retumba en todo el edificio. Viene del exterior, pero pone en alerta al uniformado.


-¡Quédese aquí, ahora vengo!


Amelia no está dispuesta a obedecer esa orden, y en cuanto ve cómo su acompañante gira una esquina, se encamina hacia la dirección en la que está la puerta de servicio, y la abre para sus compañeros.


El caos que reina en la ciudad se traslada al interior de la prisión, en las que los guardias van y vienen, se gritan órdenes y se descuidan los procedimientos más básicos. Lo que, todo sea dicho, os beneficia. Tan solo un par de veces os tenéis que esconder en alguna habitación o en un rincón oscuro mientras alguien pasaba y no tardáis en encontrar las celdas.

-¡Constancia!- gritas- ¡Buscamos a Constancia!


Una mano se asoma entre las rejas. En uno de los calabozos encontráis a una mujer joven, atractiva y rostro inteligente. Su aspecto y su entereza parece desentonar con el resto de presos, asustados, de aspecto mal encarado y en un escalón social evidentemente más bajo.
-Nos envía Francisco Ferrer- dices-. Tienes algo que nos pertenece.
-Yo…- le cuesta pronunciar palabra, sorprendida por vuestra presencia.
-¡A un lado!- Alonso fuerza violentamente la cerradura con su daga. El mecanismo de la cerradura salta por los aires y la puerta cede dócilmente.
-¡Venga, salgamos de aquí!
-¡Oye!¡Ábrenos a nosotros!- os instan los otros presos.
-No está todo acabado- lamenta decir Amelia-. Aún tenemos que salir de aquí.


-¿Sacrificas unos segundos para asegurarte de que este es Constancia Rodríguez?

-Dígame su apellido.- dices directamente.
-Yo…- repite con una torpeza que deja de ser justificada. Tu disposición no es la de alargar demasiado esta situación.
-Su apellido- repites tú ahora-, o vuelves a la celda.
-Ro…Rodríguez- responde al fin-. Me llamo Constancia Rodríguez.
Satisfechos, os planteáis vuestra forma de salir de aquí. Definitivamente esta es la mujer que estabais buscando.
-¡Cuidado, agachaos!- el agudo instinto de Alonso vuelve a salvaros. En la puerta por donde entrasteis un par de soldados hablan, sin reparar en vosotros. Su tono es de cierta tranquilidad, por lo que dais por sentado que no os esperan sino que, por una mala coincidencia, se han detenido allí a hablar allí.
-Esa salida es nuestra mejor opción- recuerda Julián-, esperemos a que se vayan.
-Cuanto más tiempo estemos aquí, más nos expondremos a que nos descubran.- recalca Alonso.
De nuevo, os toca elegir.
-¿Esperáis?


Guardáis silencio como si la vida os fuera en ello, lo que, por otro lado, es casi literal. En ese silencio os sobresalta casi hasta el infarto una explosión en el exterior. Los guardias dan por finalizado su pequeño descanso y salen corriendo con sus compañeros. A vosotros se os queda expedita la huida, y no la demoráis ni un momento.


Corréis junto con Constancia hasta estar seguros de que estáis lo suficientemente lejos y de que ya no se escuchan los disparos de la guardia. Encontráis la puerta de un almacén de carbón abierta y os escondéis allí. Tenéis mucho de lo que hablar.
-Francisco Ferrer i Guardia nos dijo que usted tiene algo que nos pertenece.- aborda Alonso sin más preámbulos.
-¿El… el qué?
-Una tablilla pequeña, como de cerámica- aclara Amelia. Para ella, hasta hace poco, los móviles eran tan incomprensibles como lo son para Ferrer i Guardia-. Francisco se lo entregó en las revueltas.
La joven niega con la cabeza.
-Francisco no me entregó nada- asegura-. Me crucé con él en las revueltas, sí, pero sólo hablamos. Me dijo que tuviera cuidado, me dijo que yo podía ser más útil en las aulas que en las calles, pero no me convenció de que dejase la lucha.


Me juró que, en caso de que me detuviesen, haría lo imposible por liberarme.
-Y bien que lo ha hecho, vive Dios.- blasfema Alonso, sintiéndose engañado. El profesor libertario os hizo creer que su amiga tenía el teléfono móvil para que la rescataseis. Es inevitable sentir cierta satisfacción por haber rescatado a esta pobre chica, pero aún os queda algo por hacer.


Encontráis a Francisco Ferrer i Guardia en su casa. Su mujer, temblorosa, os deja pasar. El anarquista está en su biblioteca, tomándose un brandy mientras mira por la ventana una ciudad en llamas.
-Rodríguez ya está en su casa.- dice Amelia. No hay reproche en su voz, no es momento para ello.
Francisco mira al suelo, avergonzado.
-Siento haberos utilizado. Pero pensé que alguien con vuestros recursos no tendría ningún problema en sacar a Constancia de la cárcel.
Francisco Ferrer echa mano a su bolsillo y saca tu móvil. Lo deja sobre la mesa.
-Curioso objeto este- dice, entre el asombro y la melancolía-. Un hombre introduce su nombre y descubre todo lo que le depara su futuro. Incluso cómo morirá.

Recuperas el móvil.
-No todos los hombres- dice Amelia-. Sólo los que marcaron la diferencia.
Francisco Ferrer i Guardia le dedica una sonrisa de agradecimiento.
-Todo esto no servirá de nada- se lamenta-. Nosotros queríamos que esto fuera la chispa para que todo el país se levantase contra la tiranía y Maura les hará creer que es un alzamiento secesionista. Quien no lo haya vivido no sabrá porqué se luchó y murió estos días.


-Pero los que sobrevivan lo contarán.- asegura Amelia. Ferrer i Guardia intenta mantener la entereza.
-Yo no estaré entre ellos.

Se hace el silencio. El concienciado anarquista ha descubierto su destino. Un juicio injusto y un pelotón de fusilamiento en el castillo de Mont Juic.
-Y yo que sólo temía que se inventase el Candy Crush un siglo antes de tiempo.- bromea sin ganas Julián. A Alonso le cuesta preguntar.
-Ahora que sabéis lo que va a ocurrir, ¿no vais a hacer nada para evitarlo?
Amelia sabe leer en su expresión.


-La ejecución de Francisco Ferrer i Guardia provocó una ola de protestas contra el gobierno conservador en toda Europa y en América- explica. Desde el primer momento, la astuta, resuelta y profesional líder del equipo conocía el destino del erudito-. Fue un duro golpe para el gobierno español.


-El objetivo de un profesor es enseñar, y esta será una clase que no olvidarán- da un sorbo a su bebida-. Por desgracia, por lo que he leído, a este país le quedan demasiadas clases por delante antes de que realmente se aprenda.

La puerta de la casa se abre estruendosamente. La esposa de Ferrer grita, suplica, llora. Un grupo de agentes se presenta ante vosotros.
-Francisco Ferrer i Guardia, queda detenido como promotor de los alzamientos contra la autoridad.
El filósofo no protesta, no argumenta, no habla sino con su silencio. Es esposado y empujado fuera de la casa. Un furgón de policía le espera abajo.


-Viéndoos a vosotros- os dice como única des

pedida- uno al menos tiene cierta confianza en el futuro.

El vehículo de la policía se aleja. Francisco Ferrer i Guardia no volverá a conocer la libertad y morirá ajusticiado por un gobierno sin argumentos. Os quedáis unos minutos consolando a la esposa del profesor hasta que unos familiares y vecinos llegan a ofrecerle su apoyo. Os vais sin nada que poder decir y, en silencio, volvéis a la puerta del Tiempo. Habéis cumplido con vuestra misión, pero habéis presenciado una de esas páginas de la Historia de España que hubierais preferido no conocer



Regresáis desolados al presente, afectados por conocer el destino de Ferrer i Guardia. Poco consuelo es saber que habéis ayudado a un inocente y evitado que una tecnología demasiado avanzada caiga en malas manos.
-Puerta 1458, 28 de Julio de 1909, Barcelona- pasa al informe Amelia-. Otro episodio desgraciado de la Historia de España. Ahora deberíamos…-Regresar con Salvador y presentar nuestro informe.


Cuatro puertas. Las cuatro investigadas, catalogadas, y con algún que otro problema resuelto al otro lado.
-Un día como pocos.- valora Julián.
-¿Un día? Diría que han sido jornadas enteras, pardiez.- le corrige Alonso. Julián no puede más que darle la razón.
-Venga, os invito a comer. Tenemos que asimilar todo lo que hemos vivido.
-Lo acepto, si antes nos duchamos y nos cambiamos de ropa.- propone Amelia.


Subís la escalinata circular del foso del Ministerio discutiendo sobre las decisiones tomadas y los momentos de vuestra misión en la que todo pudo haber fallado. La isla de los Faisanes, el España-Malta del 83, la Semana Trágica de Barcelona, el rodaje de El bueno, el feo y el malo. Os debéis un buen descanso y tenéis un amplio informe que redactar. Pero antes, debéis hablar con Salvador y discutir con él sobre lo que es, y lo que no es, una “misión rutinaria
FIN


ARTE DE DEJOTAGLEZ




El Resto del capítulos anteriores al arco de “#tiempoderelatos” lo podéis disfrutar en 

EL PASILLO DEL TIEMPO, una peripecia DE ELIGE TU PROPIA AVENTURA de EL MINISTERIO DEL TIEMPO 

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