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sábado, 13 de mayo de 2017

8.-TIEMPO DE INVENTOS



Por Celia Pérez-Castejon y Gloria Irun sobre Manuel Jalon y las manifestaciones estudiantiles de 1956



  TIEMPO DE INVENTOS:


 

Madrid, 2017. Se requiere en las oficinas del Ministerio del Tiempo a los agentes Spínola, María Teresa de Silva Álvarez de Toledo, y Alba Irún Lobo, para una misión que no debe proporcionar  grandes complicaciones, pero que es necesario llevar a cabo para la continuidad de la normalidad en el devenir histórico de la ciencia en la nación española. 

Ambrosio Spínola (siglo XVII), aristócrata  genovés, Capitán General de las tropas en Flandes en la Guerra de los 80 años, al servicio de la Monarquía Hispánica, y “Grande del Ministerio del Tiempo” por su labor en diversas misiones y su compañerismo;  María Teresa de Silva Álvarez de Toledo –Cayetana ( siglo XVIII-XIX)- Duquesa de Alba y mano derecha de la Reina María Luisa de Borbón, recién reclutada y “joven  promesa” de la institución; y Alba Irún Lobo (S XX), hija de minero y ama de casa asturianos, Historiadora del Arte que opta a una importante beca de estudios superiores en  Arte en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, con su tesis “Diego Velázquez, el nacimiento de la perspectiva aérea y el uso del Alla Prima”.

Las dos mujeres caminan por las calles del Madrid del siglo XXI. Año 2017. Van camino del piso número 4 que el Ministerio posee para acoger a funcionarios que no pueden ni deben volver a sus diferentes épocas. 

Ambrosio las espera; él no coge el metro, “Maldito chisme del diablo”, ni sube en coche a hora punta si el tráfico lo encierra (“¡hideputas, somos Grandes de España!”).

Alba va contando, con respiración entrecortada por el paso apresurado, a Cayetana: “Y lo vi admirando las Meninas, nervioso, agitado y negando con la cabeza y diciéndose a sí  mismo: “no tienen sensibilidad… No han entendido nada…¡ Pierde el espíritu y la esencia del  momento histórico; del familiar…!” Yo tomaba notas sobre la pintura para mi trabajo doctoral y lo veía y escuchaba desde atrás… Y lo sentía realmente compungido. Me pareció tan desesperado que me produjo cierta ternura… y, la verdad, también cierto desasosiego, pesando que, o estaba ante una sensibilidad poco
propia del público habitual, o estaba ante un “flipao” con un nivel de tara mental muy serio
”.

Cayetana: “¿Flipao?”, pregunta Cayetana casi sin resuello.

Alba: Loco, perturbado, desquiciado, chiflado, desequilibrado, ido…

Cayetana (riendo): No estabas muy equivocada… Porque la sensibilidad para el arte no hay quien se la niegue, pero la… “¿chiflada has dicho?”

Ambas ríen; les suena el busca. Spínola espera en el portal.

Corramos”, apremia Alba.

En el coche, camino de las oficinas, Spínola ríe mientras se abrocha el cinturón de seguridad:

 “Contadle…. Contadle cómo el “Gran Velázquez” acabó por confesaros los viajes en el tiempo y la existencia del Ministerio…”
-Que sí…. – Contesta Alba mientras circula lentamente por La zona de Cibeles- . Te cuento: su cara me había resultado tan sorprendentemente igual a la del genio Diego Velázquez ( que me había robado tantas horas de mi vida académica y personal), que me quedé boquiabierta. Lo miraba y creo que hasta dejé de parpadear “Dieguito” me miró y vaciló un momento antes de  farfullar algo en voz baja y salir caminando atolondradamente hacia la puerta

-Cayetana : “Dieguito…” – Ríe.

-Spínola: ¡Contadle, contadle lo otro!

-Alba: que sí, Ambrosio. Sigo: Cuando se disponía a marcharse, vio mis carpetas, mis hojas, mis láminas con su obra… Todo el material con el que siempre cargo de sala en sala del museo para mis estudios

Cayetana: “¿No hay nadie que porte y cargue para ti”?

Alba la mira muy seria y responde irónica: -“Tenía un sherpa andino… Pero se unió a un grupo de músicos de ocarina que actúan en ferias y fiestas populares, y, ahora, vago yo sola por el mundo de los museos del siglo XX con mi seat panda y mis cachivaches”.

Spínola sonríe y mira por la ventanilla derecha trasera. Escuchándolas se lo pasa como nunca había podido imaginar.

Cayetana asiente a pesar de que no ha entendido nada y añade a su lista mental de palabras desconocidas “farfullar, chiflado, sherpa y ocarina”.

 “Continúo”, dice Alba: “Al ver la ingente cantidad de material sobre su obra que había allí, me volvió a mirar. Le sonreí, aún muy en shock por la similitud de facciones, el bigote… Y me acerqué a preguntarle si era muy apasionado del gran Velázquez o del movimiento barroco, y si era artista o estudioso de pinturas o artes plásticas.
Acabamos en una especie de sala de fiestas. Entre cubatas (cubatas son bebidas espirituosas, Caye) “Dieguito” empezó a decir que “sus” cuadros cada vez eran peor restaurados… que “sus” obras merecían otro trato… que “su” trabajo no era valorado como el de otros grandes como Picasso, Goya o Caravaggio. Hablaba tanto en posesivo y bebía tan rápido que no sabía si la borrachera le potenciaba la locura, o si era yo la que iba muy “pedo”, y entendía a duras
penas lo que me contaba

  Cayetana: ¿“Muy pedo” es ebria?

  Spínola: “Es…. Es.”

Alba: “…de pronto, íbamos caminando por la Plaza Duque de Alba, y me da un beso y un abrazo tequileros, y me dice: “Pasa, pasa… Verás qué grandes son mi jefe y mis compañeros”.  Y… Ahí entré en este mundillo nuestro intertemporal…

Spínola (Riéndose): “Se oían las voces de Don Salvador Y Don Ernesto hasta en la cantina…” Alba: “Y Dieguito vomitaba--- Eso sí que era un cuadro…”

 Spínola: “Hemos llegado. Nos llaman a la batalla”


MADRID 1956

Nuestra patrulla ha cruzado la puerta 145. Ha viajado a mediados del S. XX, concretamente a 1956. Son tiempos convulsos (esto es España) tras la fratricida Guerra Civil que dividió nuestra nación y sus gentes y que sembró un nuevo germen de odio que bullía entre los ciudadanos de cada rincón de la España de la Postguerra: el rencor.

Las gentes de la “España del Hambre” sentían el luto por los muertos recientes en campos de batalla, prisiones y reyertas callejeras. Muertos físicos, exiliados, cadáveres intelectuales. Pero, como cantaría más tarde Carlos Cano, sentían sobre todo que no existía “futuro sólo miseria”.

España es una bomba de relojería: racionamientos, miedo y desesperanza; autarquía, dictadura… Quietud.

Las Juventudes Universitarias se rebelan contra el status quo del momento. La tensión social es un hecho y es creciente. Las clases gobernantes se ven obligadas a un cambio en las políticas socioeconómicas y se liberaliza el comercio y se pone fin al racionamiento de bienes de primera necesidad.

Éstas y otras medidas, unidas a los Acuerdos de Madrid de 1953, donde España acoge militarmente al ejército americano en las bases de Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, a cambio de 1.500 millones de dólares, relajan, en cierta medida, las inquietudes económicas, debido a que propician la llegada de una importante cantidad de “bienes de equipo”, que traen consigo un importante desarrollo industrial.

 A pesar de estas reformas, el ambiente ideológico está muy crispado y no parece muy probable la reconciliación;  y en este contexto surge la razón de ser de nuestra patrulla en los años cincuenta… en febrero de 1956 para ser más exactos, un febrero tenso en el que el Gobierno de Francisco Franco se esfuerza en extirpar el pensamiento liberal que la Institución Libre de Enseñanza había alentado en las Universidades españolas.

Las calles son un caldo de cultivo perfecto para las cargas y las barricadas. La “guerrilla” se prepara en las Universidades y entre los grupos encargados de limpiar las calles desde el bando falangista.

La puerta número 145 situada en plaza san Bernardo  lleva a los agentes Spínola, Cayetana y Alba en busca de una persona que tiene importantes aportaciones que hacer al mundo de la investigación y el desarrollo de nuestro país, en materias aeronáutica, médica y doméstica: Manuel Jalón,  ingeniero aeronáutico militar que se dirige a Madrid a presentar y patentar uno de sus muchos inventos.

Jalón camina por la calle san Bernardo. Se cruza con juventudes universitarias que claman por sus derechos. La mala suerte quiere que los manifestantes se encuentren con un numeroso grupo de falangistas que vienen de un homenaje a un reputado miembro pretérito y Jalón está allí. Hay gritos y empieza la algarada. Las fuerzas del orden _ Los Grises_ esperan órdenes. Y cargan contra las multitudes con fuerza. 

El caos es total y las calles portales y rincones aledaños son un disturbio ciego.

¿Qué debe hacer nuestra patrulla?  Ayudar a Manuel, que no le suceda nada que altere su futuro y sus posteriores inventos.

Porque Jalón sangra por la nariz; han debido golpearlo y se desorienta; lo empujan; cae y lo pisotean.  A malas penas entiende cómo ha acabado en ese caos, y vuelve al suelo. Su maletín se pierde entre pisadas y traspiés y algunos restos de sus bocetos se desparraman calle abajo.

Manuel Jalón respira con dificultad. Respira agitadamente. Respira polvo y miedo.  Un ruido sordo le embota el cerebro y no sabe dónde mirar. Se deja llevar por la marea humana y nota un fuerte tirón de un brazo… Lo rodean y siente cómo lo guían entre empujones… “¿mujeres?”… Oye gritos de los grises… Los tienen rodeados… Los confunden con los jóvenes manifestantes…

Se acercan…  Escucha a una de las mujeres hablar de números… “¿Puertas de vuelta? ¿Spínola? ¿Busca?

No sabe dónde está pero se marea… Una mujer lo espera dentro de un portal con un extraño objeto en la mano… Parece una jeringuilla médica “¿quién es? ¿Qué está ocurriendo?”. Se desvanece…Nota un leve pinchazo en el brazo derecho y…cae.


  Cayetana: “Nada que lamentar, finalmente. Me sube la “granulina” muchísimo en este trabajo nuestro. Es tan emocionante y tan nuevo todo! Si Goya pudiera pintarlo… En fin: Jalón a salvo, en una posada, y sin lesiones importantes. La posadera ha quedado convencida de que Alba era una estudiante más que lo ha ayudado a llegar aturdido por la refriega callejera. ¡Qué España la nuestra! Siempre matándonos…

Spínola: La misión ha sido un éxito doña Cayetana.

–respondió- Pero creo que aún no ha finalizado. Recuerda cómo se conocieron Alba y “Dieguito”? (Ríe). Y ¿recuerda que le pareció un “flipao”?

-Jajaja. Lo recuerdo, por supuesto. ¡No conoce usted a Velázquez cuando bebe!

-Puede que no lo conozca, pero quiero saber qué es eso de “fliparse” y qué se siente.

Caballerosamente Spínola le ofreció su brazo: Caye, te voy a enseñar el mejor lugar de Madrid…vámonos de chupitos. ¡Presiento que esto va a ser el principio de una gran amistad!


















lunes, 8 de mayo de 2017

3.-TARTESSOS





TARTESSOS
Texto y video realizado por Laura y Fatima
#CuentameTiempo

Angustias entra como siempre sin llamar al despacho de Salvador. Antes de que el subsecretario pueda tan siquiera quejarse, ve en ella el gesto que hace honor a su nombre. No es ni mucho menos lo habitual.
 -Es urgente? 
-Podría serlo.
 -Como siempre. Pase.
 Al alcanzar la mesa, Angustias le entrega un papel que acaba de recibir. Se fija en la firma, para saber de dónde viene el aviso.
 -¿Dónde está Ortigosa? 
-En Cádiz,-responde Irene,-resolviendo un asunto comercial con los fenicios. 
-Justo lo que me temía. 
Mientras Ernesto examina el documento, Salvador enciende el proyector para que todos puedan ver lo que acaban de recibir. Se ven letras abigarradas, algún garabato, palabras a medias. Fruto de las prisas con las que fue escrito. “Ruptura relaciones fenicios. NO se quedan. Posible enfrentamiento”. -¿Cuáles son las consecuencias de que no se queden esos fenicios?-Pregunta Angustias, que sigue en un rincón. 
-Los fenicios eran los principales mercaderes de la antigüedad. Procedían de Tiro, una gran ciudad de Oriente Medio, y colonizaron territorios en todo el Mediterráneo, intercambiando mercancías de lujo por materias primas. En torno al siglo VII a.C., fundaron Gadir, bajo el casco antiguo de la actual Cádiz. Sin embargo, para que llegue a existir el asentamiento permanente, debe haber unas décadas o al menos un siglo de relaciones previas, sin incidentes. No se conoce mucho de las sociedades autóctonas anteriores, pero la cultura material posterior tiene claras influencias fenicias.
 -Y la escritura. 
-También. 
Una hora más tarde en el despacho de Salvador se conocen Julia y Ortigosa, los únicos agentes que se han salvado del gaseo de Darrow y que por tanto conservan su memoria intacta. Ortigosa está recién llegado de su último destino con una túnica hasta las rodillas y una especie de capa de lana desgastada sujeta con un curioso broche de bronce. Julia a pesar de ser muy culta y una experta en la historia reciente de España, sobre todo en lo que afecta a la mujer, las cronologías tan antiguas se le enmarañan en la memoria. Éste es el terreno de Ortigosa: fenicios, romanos, íberos o celtas, se desenvuelve entre todos ellos como pez en el agua. Por eso, en esta misión es el jefe de patrulla. 
-Las cosas estaban tensas de por sí cuando llegué. Para la época a la que llego, los fenicios ya deberían tener un mercado permanente en la costa, pero las élites indígenas están reacias. Creo que reciben información de otra parte y no aceptan más que alguna que otra pieza pequeña por la que no quieren pagar lo debido. 
-¿Qué me dices de esto?-Pregunta Irene enseñando una diapositiva.
-Esto se tiene que encontrar en Sevilla. En coche queda cerca, pero... 
-Ha aparecido en un yacimiento en el sur de Francia. 
-¿Cómo que en el sur de Francia? 
Para entonces, Salvador ya está al teléfono. 
-Angustias, encuéntreme información sobre los fenicios en España. 
-Oído cocina. Minutos después, Angustias entra con un puñado de folios recién impresos que entrega a Salvador. Éste los ojea y reparte entre Ortigosa, Irene y Ernesto. 
-Todo ha desaparecido. El periodo orientalizante, las necrópolis, la cultura material... 
-¿La cultura material?-Pregunta Argamasilla. 
-Los trastos.-Aclara Julia. 
-Todo se localiza ahora en el sur de Francia. Lo que debería ser Gadir es ahora Mónaco, los asentamientos, los puertos, templos... Hasta... Sí, resulta que Carthago Nova se localiza en los Pirineos franceses y Cartagena se llama Masti. Esto sólo puede ser debido a un cese de relaciones con las élites de Tartessos. O que los barcos se desviaran de su ruta en Ibiza o Cerdeña. 
-¿Qué se puede hacer? 
-La clave tiene que estar en la diplomacia. De una manera o de otra, los fenicios tienen que estar conformes con el pago, y quieren metal. Plata, bronce... El problema es que es muy valorado y los jefes indígenas no están dispuestos a comerciar con ello. Quieren pagar con trigo y conejos. Necesito a alguien que esté acostumbrado a tratar con gente de todo tipo, incluidos jefes políticos. Parecen pensar todos en la misma persona. 
Como excepción y por las circunstancias, Salvador da el visto bueno a que Velázquez les acompañe. 
-Pues ya tienen una misión. Deben ponerles de acuerdo. 
Cuando llegan a la costa de Cádiz, ya hay una violenta discusión entre comerciantes y el jefe local, a quien reconocen por su actitud altiva, no así por su ropa o adornos, por los que apenas se distingue de Ortigosa. Diego se da cuenta entonces de cuál es el punto dónde podría atacar para convencer de lo interesante que podría ser para él  tener lo que traen. Entre lo que han desembarcado reconocen algunas de las cosas que han visto en las fotografías del despacho de Salvador. Algunas cerámicas decoradas, figurillas egipcias, tejidos y piezas de oro.
 -Preséntame al jefe y hazme de intérprete. 
Ortigosa, aunque recela de su confianza, accede. Los dos se llevan a un aparte al jefe local, después de pedir unos minutos a los molestos comerciantes. 
-Mirad Argantonio, tenéis que dar imagen de prosperidad y fuerza ante otros jefes fronterizos. Si le ven así, como un granjero más, cualquier día podrían atacaros para acceder a vuestras minas. ¿Habéis pensado en qué harían con vuestra gente y vuestra familia? Os matarían a todos y ellos se quedarían con la plata, el oro y todo lo que quisieran. Las próximas generaciones os recordarían como un hombrecillo débil, que no fue capaz de imponerse en la guerra. Sin embargo, si os ven con objetos extranjeros, del otro lado del mar verán que sois un líder a tener muy en cuenta y os respetarán. No osarán atacaros, al contrario, querrán estar a bien con vuestro pueblo y os agasajarán más. Evitaréis guerras y seréis recordado como un gran rey durante siglos. Solo tenéis que acceder a lo que os piden. 
Según Ortigosa fue traduciendo,la cara del interlocutor cambió de la negación absoluta a la curiosidad y finalmente a la aceptación. 
El botín le pareció suficiente. A final de la jornada, habían cargado en el barco lo que consideraron justo de plata y oro a cambio de vistosas joyas. Un grupo de fenicios, compuesto de artesanos, alfareros y un escriba fueron calurosamente acogidos en el poblado. 
-¿Argantonio? Suponía que era un mito. -Según mi información cuando llegué a este tiempo, iniciaría un clan líder que duraría algunas generaciones. Sus sucesores no conseguirán eclipsarle e incluso alguno herederá su nombre, lo que dará lugar a que en las fuentes lleguen a decir que reinó cien años. 

Despacho Salvador. 
-Todo vuelve a Andalucía. 
(Salvador teléfono)-Estupendo, un buen trabajo. Vuelvan cuanto antes. Necesitamos a todos los agentes posibles en el Ministerio...





 TARTESSOS
#TiempoDeRelatos

sábado, 6 de mayo de 2017

1.- SALVAR A JOSE MIGUEL CARRERA

#TiempoDeRelatos


SALVAR A JOSÉ MIGUEL CARRERA  o
 La traición de Pablo
 
Es una tarde tranquila en el Ministerio del Tiempo. Casi todos los funcionarios han terminado su jornada y muchos se encuentran en la cafetería comentando las anécdotas del día.
En el despacho de Salvador, sólo queda Angustias en la antesala, de pie frente a su mesa, apaga el ordenador, recoge su chaqueta y sale, echando una última mirada para ver  si todo está en orden.
Poco después de su salida, entre las sombras, se acerca un joven que la ve marchar desde lejos, y sabiendo que estará solo, entra en el despacho, enciende de nuevo el ordenador de Angustias y saca un pendrive USB del bolsillo. Lo introduce en el puerto y empieza a teclear. Algo está buscando, ¿pero qué?
Inquieto, no deja de mirar hacia la puerta, pero todo sigue a oscuras.
De pronto, empieza a vibrar su móvil en el bolsillo.
- ¡Mierda! Es Ernesto. Se apresura, termina su tarea clandestina y coge el USB al tiempo que oye pasos decididos en el pasillo. Se asoma y ve que sus dos compañeras de patrulla, Josune y Carmen, se acercan a paso ligero.
Ambas se asombran de ver que Pablo haya llegado tan deprisa; antes que ellas al despacho de Salvador. Él se excusa diciendo que estaba buscando a Angustias para pedirle una copia de cierto informe; nadie más le da importancia hasta que Ernesto entra al despacho con mucha urgencia.
Les explica que les ha mandado llamar para una misión urgente, que deben partir de inmediato porque la única puerta cercana que les puede llevar al sitio indicado, está a dos horas de camino del lugar donde les esperan.
Se trata de José Miguel Carrera, quien sería prócer de la independencia de Chile;  en su juventud se encontraba alistado en los Húsares de Farnesio, en el ejército de la Corona española, luchando en pro de la independencia contra las tropas de Napoleón.
Se habían recibido noticias  que se estaba tramando un atentado contra la vida del chileno, durante su participación en la Batalla de Ocaña, por lo que debían desplazarse al día 14 de noviembre de 1809, para salvar su vida.
Josune les explicó a sus compañeros que debían protegerlo, pues debía participar en la batalla de Ocaña, donde resultaría herido y sería trasladado a Cádiz. Allí se codearía con personalidades de renombre e incluso conocería a Joaquín Fernández de Leiva, quien representaría a Chile en las Cortes de Cádiz, de cara a la promulgacion de la Constitucion de 1812.
Sin todos esos avatares históricos, la independencia de Chile no habría tenido lugar, al menos no como ahora se conocía. Ernesto asintió y les mandó inmediatamente a vestuario para que se acomodaran a la vestimenta de la época. Josune iría como auxiliar sanitaria, Carmen se mezclaría en las labores de abastecimiento de las tropas y Pablo sería un combatiente.
 Se les indicó que en el terreno estaría esperándoles un funcionario, que durante esa misión se incorporaría a la patrulla.
Una vez ataviados con las vestimentas y enseres de la época, se dirigieron a la puerta 1501, que les conduciría a su destino.

A su llegada, diluviaba. Les estaba esperando junto a la puerta, sita en un cobertizo en medio de la nada, un funcionario cuyo rostro les pareció familiar. De unos 45 años, llevaba un barba de pocos dias y un pañuelo blanco alrededor del cuello. Les dirigió a un establo cercano donde había tres caballos dispuestos para el viaje.Su nuevo compañero, aprovechando que estaban solos, sacó de una bolsa de cuero unas gafas negras de pasta,  un puro y cerillas. Encendió el Habano y se presentó:
 

 "Me llamo Narciso. Pero para los compañeros soy Chicho, Chicho Ibánez".


https://twitter.com/TamaraArranz
Foto de  Tamara Arranz a Sergio Villanueva  como Chicho Ibañez Serrador 

Se dirigieron hacia Santa Cruz de la Zarza, donde se suponía que las tropas se retirarían después  que el temporal les frustrara intentar un paso por el río Tajo. Por el camino  Chicho les comunicó que un contacto suyo en el ejercito francés había avisado de las intenciones directas de dar muerte al futuro prócer de Chile, con armas  "nunca vistas antes".
Una vez llegaron a la localidad, encontraron las tropas acampadas, preparándose para la batalla que empezaría muy pronto.
Las dos mujeres de la patrulla se infiltraron entre el resto de féminas que acompañaban al ejército, intentado averiguar dónde se encontraba Don José Miguel Carrera. Mientras tanto, Pablo y su recién estrenado amigo Chicho, estrechaban lazos.
Chicho le contaba que el Ministerio del Tiempo  le había reclutado en 1982, habían mandado a buscarle a 1955, con apenas 20 años. Confesó que su pasión era otra, pues sus padres se dedicaban al mundo del teatro y el cine. Y que desde pequeño tuvo claro cuál sería su futuro, quería dedicarse a escribir guiones y a dirigir.
Pablo estaba escuchando atónito, había descubierto quién era su ilustre compañero.
Al día siguiente, Carmen avisó a Josune para que se reunieran cerca de las dependencias de atención a los malheridos. Había localizado a Don José Miguel Carrera, y se había sorprendido de encontrar a un joven de vientipocos años. Josune le recordó que el joven había llegado a la península para cursar sus estudios y que entró en el ejército con rango de teniente, debido al renombre de su padre, Coronel de las Reales Milicias.
Se encontraron con sus dos compañeros para poder vigilar de cerca su objetivo, y la patrulla al completo se dispuso cerca de éste para salvaguardarle y evitar cualquier ataque a su persona.
Los siguientes días se sucedieron con normalidad, dentro de lo que cabe esperar, en preparación para la batalla, hasta que el 19 de noviembre comenzaron  los ataques por parte del ejército de Napoleón. Las dos mujeres de la patrulla, quedaron encargadas de escudriñar los alrededores, pensando que hallarían al atacante o atacantes acampados en las cercanías. Los dos hombres, batallarían junto a José Miguel Carrera, con quien habían congeniado tras los últimos días.
Pablo tenía la mente en otro lugar. En su casa, con su familia. Palpó la bolsa que llevaba consigo. Ahí estaba el pendrive USB. Aún no se lo habían requerido, pero no tardarían en pedir que lo entregara. Trató de olvidarlo y seguir adelante. Pero no pudo.
Montado ya en su caballo, divisó a lo lejos un rostro familiar, ataviado con ropas sencillas para pasar desapercibido entre la multitud. Un silbido, era la señal. Bajó del caballo y se acercó al hombre que, con marcado acento norteamericano le pidió la memoria usb. Pablo le miró, le preguntó si recibiría el dinero inmediatamente, su familia lo necesitaba pues se acercaba la fecha del desahucio.
El americano sonrió con mezcla de despecho y malicia. Si el pendrive contenía toda la información solicitada, la transferencia sería inmediata.
Pablo volvió a montar en su caballo y se dirigió a la batalla. Iba a ser dura, una verdadera masacre. 
Unas horas después, la caballería francesa, muy bien organizada, rodeó pronto las tropas españolas. José Miguel Carrera dirigió de forma estratégica a un grupo de hombres, entre ellos a nuestros funcionarios.
La caballería francesa, cargó contra ellos. Pablo vio entonces, entre el enemigo, de nuevo a aquel tipo norteamericano, ataviado como el resto de tropa napoleónica, dirigiéndose directamente a José Miguel. Le asestó con el sable en la pierna  y lo tiró del caballo. Inmediatamente Chicho intervino para salvarle.
Mientras tanto, las dos patrulleras, acertaron a ver unas luces rojas a lo lejos. No se correspondían a la época, eso seguro. Acechando, alcanzaron a ver un hombre encaramado en una torre a medio derruir, acuclillado con unos prismáticos de última generación, vigilando la batalla. A su lado a  ras de suelo otro hombre con un fusil de francotirador.Habían encontrado a quienes buscaban.
Al primer disparo no llegaron a tiempo. No hizo apenas ruido, pero no alcanzó a Carrera, ya herido de gravedad en la pierna y en el suelo. En su lugar, Chicho recibió la bala en un costado.
Josune sacó su pistola, siempre la llevaba. De un tiro certero hirió de muerte al francotirador, quien no advirtió la presencia de las mujeres. El de los prismáticos, buscó su arma, pero ya había recibido una severa patada en el pecho y cayó casi sin respiración al suelo. Carmen le puso el pie que había usado encima, y Josune le apuntó con el arma. 
-¿Quién os envía? Pero el individuo no la miraba, buscaba algo entre los pliegues de su chaqueta. Lo encontró y lo agarró con fuerza, con miedo a perderlo. Las dos mujeres se miraron extrañadas. Era un pendrive.
- ¿Qué tienes ahí? Responde. Pero el enemigo sonrió maliciosamente. Ya había conseguido pulsar un botón oculto en su traje, y se desvaneció ante sus ojos.
En medio de la batalla, el tipo que había herido a Carrera, se dirigió sin piedad a rematar la faena. Pablo entonces lo vio todo claro, vio a Chicho caer de su caballo, vio al americano tan cerca... que cogió su sable y se lo hendió en la espalda, cayendo ambos al suelo.


Pablo corrió al lado de Carrera que parecía estar bien. Algunos compañeros ya le estaban asistiendo. Entonces vio a Chicho tendido en el suelo. ¡Mierda! No iba a ser culpa suya que muriera. Mandaría a la mierda a los americanos y su pasta. Ya buscaría una solución. La patrulla era lo primero. Chicho sangraba, pero estaba consciente, así que le presionó la herida como pudo y decidió ponerle a salvo. Antes rebuscó entre las ropas y enseres del americano que yacía inerte a su lado, en busca del pendrive. Allí estaba, menos mal. Se lo metió en un bolsillo.
No tenía ni idea de que había llegado tarde. Su compatriota ya lo había copiado y se llevaba la información consigo a donde quiera que hubiese partido. 


La patrulla se recuperó de la batalla, que sin duda quedaría en su memoria para siempre. Mandaron a Chicho al Ministerio, no sin antes comprobar que la historia no había cambiado  pasando el correspondiente informe a Salvador.
Pero aún quedaba el resto de la misión. Escoltar a José Miguel Carrera hasta Cádiz, donde le entregarían la Cruz de Talavera y desde donde dos años después decidiría regresar a Chile para liderar la lucha por su independencia.
Cuando llegaron a Cádiz la ciudad era un bullicio. No podían dejar de pensar en lo que en los próximos años allí sucedería. Se habían asegurado que Carrera quedaba a salvo, pues quedaba a cargo de un amigo, el hermano de Joaquín Fernández de Leiva y bajo la  vigilancia de José de San Martín.
Era hora de volver a su época, regresar al Ministerio y comprobar cómo encontraba su nuevo amigo y compañero de patrulla.



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 SALVAR A JOSE MIGUEL CARRERA
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