Por Celia Pérez-Castejon y Gloria Irun sobre Manuel Jalon y las manifestaciones estudiantiles de 1956
TIEMPO DE INVENTOS:
Ambrosio Spínola (siglo XVII), aristócrata genovés, Capitán General de las tropas en Flandes en la Guerra de los 80 años, al servicio de la Monarquía Hispánica, y “Grande del Ministerio del Tiempo” por su labor en diversas misiones y su compañerismo; María Teresa de Silva Álvarez de Toledo –Cayetana ( siglo XVIII-XIX)- Duquesa de Alba y mano derecha de la Reina María Luisa de Borbón, recién reclutada y “joven promesa” de la institución; y Alba Irún Lobo (S XX), hija de minero y ama de casa asturianos, Historiadora del Arte que opta a una importante beca de estudios superiores en Arte en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, con su tesis “Diego Velázquez, el nacimiento de la perspectiva aérea y el uso del Alla Prima”.
Las dos mujeres caminan por las calles del Madrid del siglo XXI. Año 2017. Van camino del piso número 4 que el Ministerio posee para acoger a funcionarios que no pueden ni deben volver a sus diferentes épocas.
Ambrosio las espera; él no coge el metro, “Maldito chisme del diablo”, ni sube en coche a hora punta si el tráfico lo encierra (“¡hideputas, somos Grandes de España!”).
Alba va contando, con respiración entrecortada por el paso apresurado, a Cayetana: “Y lo vi admirando las Meninas, nervioso, agitado y negando con la cabeza y diciéndose a sí mismo: “no tienen sensibilidad… No han entendido nada…¡ Pierde el espíritu y la esencia del momento histórico; del familiar…!” Yo tomaba notas sobre la pintura para mi trabajo doctoral y lo veía y escuchaba desde atrás… Y lo sentía realmente compungido. Me pareció tan desesperado que me produjo cierta ternura… y, la verdad, también cierto desasosiego, pesando que, o estaba ante una sensibilidad poco
propia del público habitual, o estaba ante un “flipao” con un nivel de tara mental muy serio”.
MADRID 1956
Nuestra patrulla ha cruzado la puerta 145. Ha viajado a mediados del S. XX, concretamente a 1956. Son tiempos convulsos (esto es España) tras la fratricida Guerra Civil que dividió nuestra nación y sus gentes y que sembró un nuevo germen de odio que bullía entre los ciudadanos de cada rincón de la España de la Postguerra: el rencor.
Las gentes de la “España del Hambre” sentían el luto por los muertos recientes en campos de batalla, prisiones y reyertas callejeras. Muertos físicos, exiliados, cadáveres intelectuales. Pero, como cantaría más tarde Carlos Cano, sentían sobre todo que no existía “futuro sólo miseria”.
España es una bomba de relojería: racionamientos, miedo y desesperanza; autarquía, dictadura… Quietud.
Las Juventudes Universitarias se rebelan contra el status quo del momento. La tensión social es un hecho y es creciente. Las clases gobernantes se ven obligadas a un cambio en las políticas socioeconómicas y se liberaliza el comercio y se pone fin al racionamiento de bienes de primera necesidad.
Éstas y otras medidas, unidas a los Acuerdos de Madrid de 1953, donde España acoge militarmente al ejército americano en las bases de Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, a cambio de 1.500 millones de dólares, relajan, en cierta medida, las inquietudes económicas, debido a que propician la llegada de una importante cantidad de “bienes de equipo”, que traen consigo un importante desarrollo industrial.
A pesar de estas reformas, el ambiente ideológico está muy crispado y no parece muy probable la reconciliación; y en este contexto surge la razón de ser de nuestra patrulla en los años cincuenta… en febrero de 1956 para ser más exactos, un febrero tenso en el que el Gobierno de Francisco Franco se esfuerza en extirpar el pensamiento liberal que la Institución Libre de Enseñanza había alentado en las Universidades españolas.
Madrid, 2017. Se requiere en
las oficinas del Ministerio del Tiempo a los agentes Spínola, María Teresa de
Silva Álvarez de Toledo, y Alba Irún Lobo, para una misión que no debe
proporcionar grandes complicaciones,
pero que es necesario llevar a cabo para la continuidad de la normalidad en el devenir
histórico de la ciencia en la nación española.
Ambrosio Spínola (siglo XVII), aristócrata genovés, Capitán General de las tropas en Flandes en la Guerra de los 80 años, al servicio de la Monarquía Hispánica, y “Grande del Ministerio del Tiempo” por su labor en diversas misiones y su compañerismo; María Teresa de Silva Álvarez de Toledo –Cayetana ( siglo XVIII-XIX)- Duquesa de Alba y mano derecha de la Reina María Luisa de Borbón, recién reclutada y “joven promesa” de la institución; y Alba Irún Lobo (S XX), hija de minero y ama de casa asturianos, Historiadora del Arte que opta a una importante beca de estudios superiores en Arte en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, con su tesis “Diego Velázquez, el nacimiento de la perspectiva aérea y el uso del Alla Prima”.
Las dos mujeres caminan por las calles del Madrid del siglo XXI. Año 2017. Van camino del piso número 4 que el Ministerio posee para acoger a funcionarios que no pueden ni deben volver a sus diferentes épocas.
Ambrosio las espera; él no coge el metro, “Maldito chisme del diablo”, ni sube en coche a hora punta si el tráfico lo encierra (“¡hideputas, somos Grandes de España!”).
Alba va contando, con respiración entrecortada por el paso apresurado, a Cayetana: “Y lo vi admirando las Meninas, nervioso, agitado y negando con la cabeza y diciéndose a sí mismo: “no tienen sensibilidad… No han entendido nada…¡ Pierde el espíritu y la esencia del momento histórico; del familiar…!” Yo tomaba notas sobre la pintura para mi trabajo doctoral y lo veía y escuchaba desde atrás… Y lo sentía realmente compungido. Me pareció tan desesperado que me produjo cierta ternura… y, la verdad, también cierto desasosiego, pesando que, o estaba ante una sensibilidad poco
propia del público habitual, o estaba ante un “flipao” con un nivel de tara mental muy serio”.
Cayetana: “¿Flipao?”, pregunta Cayetana casi sin
resuello.
Alba: Loco, perturbado, desquiciado, chiflado, desequilibrado, ido…
Cayetana (riendo): No estabas muy equivocada… Porque la sensibilidad para el arte no hay quien se la niegue, pero la… “¿chiflada has dicho?”
Ambas ríen; les suena el busca. Spínola espera en el portal.
Alba: Loco, perturbado, desquiciado, chiflado, desequilibrado, ido…
Cayetana (riendo): No estabas muy equivocada… Porque la sensibilidad para el arte no hay quien se la niegue, pero la… “¿chiflada has dicho?”
Ambas ríen; les suena el busca. Spínola espera en el portal.
“Corramos”, apremia Alba.
En el
coche, camino de las oficinas, Spínola ríe mientras se abrocha el cinturón de
seguridad:
“Contadle…. Contadle cómo el “Gran Velázquez” acabó por confesaros los viajes en el tiempo y la existencia del Ministerio…”
-Que sí…. – Contesta Alba mientras circula lentamente por La zona de Cibeles- . Te cuento: su cara me había resultado tan sorprendentemente igual a la del genio Diego Velázquez ( que me había robado tantas horas de mi vida académica y personal), que me quedé boquiabierta. Lo miraba y creo que hasta dejé de parpadear “Dieguito” me miró y vaciló un momento antes de farfullar algo en voz baja y salir caminando atolondradamente hacia la puerta.
-Cayetana : “Dieguito…” – Ríe.
-Spínola: ¡Contadle, contadle lo otro!
-Alba: que sí, Ambrosio. Sigo: Cuando se disponía a marcharse, vio mis carpetas, mis hojas, mis láminas con su obra… Todo el material con el que siempre cargo de sala en sala del museo para mis estudios
Cayetana: “¿No hay nadie que porte y cargue para ti”?
Alba la mira muy seria y responde irónica: -“Tenía un sherpa andino… Pero se unió a un grupo de músicos de ocarina que actúan en ferias y fiestas populares, y, ahora, vago yo sola por el mundo de los museos del siglo XX con mi seat panda y mis cachivaches”.
Spínola sonríe y mira por la ventanilla derecha trasera. Escuchándolas se lo pasa como nunca había podido imaginar.
Cayetana asiente a pesar de que no ha entendido nada y añade a su lista mental de palabras desconocidas “farfullar, chiflado, sherpa y ocarina”.
“Contadle…. Contadle cómo el “Gran Velázquez” acabó por confesaros los viajes en el tiempo y la existencia del Ministerio…”
-Que sí…. – Contesta Alba mientras circula lentamente por La zona de Cibeles- . Te cuento: su cara me había resultado tan sorprendentemente igual a la del genio Diego Velázquez ( que me había robado tantas horas de mi vida académica y personal), que me quedé boquiabierta. Lo miraba y creo que hasta dejé de parpadear “Dieguito” me miró y vaciló un momento antes de farfullar algo en voz baja y salir caminando atolondradamente hacia la puerta.
-Cayetana : “Dieguito…” – Ríe.
-Spínola: ¡Contadle, contadle lo otro!
-Alba: que sí, Ambrosio. Sigo: Cuando se disponía a marcharse, vio mis carpetas, mis hojas, mis láminas con su obra… Todo el material con el que siempre cargo de sala en sala del museo para mis estudios
Cayetana: “¿No hay nadie que porte y cargue para ti”?
Alba la mira muy seria y responde irónica: -“Tenía un sherpa andino… Pero se unió a un grupo de músicos de ocarina que actúan en ferias y fiestas populares, y, ahora, vago yo sola por el mundo de los museos del siglo XX con mi seat panda y mis cachivaches”.
Spínola sonríe y mira por la ventanilla derecha trasera. Escuchándolas se lo pasa como nunca había podido imaginar.
Cayetana asiente a pesar de que no ha entendido nada y añade a su lista mental de palabras desconocidas “farfullar, chiflado, sherpa y ocarina”.
“Continúo”, dice Alba: “Al ver la ingente cantidad de material sobre
su obra que había allí, me volvió a mirar. Le sonreí, aún muy en shock por la
similitud de facciones, el bigote… Y me acerqué a preguntarle si era muy apasionado
del gran Velázquez o del movimiento barroco, y si era artista o estudioso de
pinturas o artes plásticas.
Acabamos en una especie de sala de fiestas. Entre cubatas (cubatas son bebidas espirituosas, Caye) “Dieguito” empezó a decir que “sus” cuadros cada vez eran peor restaurados… que “sus” obras merecían otro trato… que “su” trabajo no era valorado como el de otros grandes como Picasso, Goya o Caravaggio. Hablaba tanto en posesivo y bebía tan rápido que no sabía si la borrachera le potenciaba la locura, o si era yo la que iba muy “pedo”, y entendía a duras penas lo que me contaba
Cayetana: ¿“Muy pedo” es ebria?
Spínola: “Es…. Es.”
Alba: “…de pronto, íbamos caminando por la Plaza Duque de Alba, y me da un beso y un abrazo tequileros, y me dice: “Pasa, pasa… Verás qué grandes son mi jefe y mis compañeros”. Y… Ahí entré en este mundillo nuestro intertemporal…
Spínola (Riéndose): “Se oían las voces de Don Salvador Y Don Ernesto hasta en la cantina…” Alba: “Y Dieguito vomitaba--- Eso sí que era un cuadro…”
Spínola: “Hemos llegado. Nos llaman a la batalla”
Acabamos en una especie de sala de fiestas. Entre cubatas (cubatas son bebidas espirituosas, Caye) “Dieguito” empezó a decir que “sus” cuadros cada vez eran peor restaurados… que “sus” obras merecían otro trato… que “su” trabajo no era valorado como el de otros grandes como Picasso, Goya o Caravaggio. Hablaba tanto en posesivo y bebía tan rápido que no sabía si la borrachera le potenciaba la locura, o si era yo la que iba muy “pedo”, y entendía a duras penas lo que me contaba
Cayetana: ¿“Muy pedo” es ebria?
Spínola: “Es…. Es.”
Alba: “…de pronto, íbamos caminando por la Plaza Duque de Alba, y me da un beso y un abrazo tequileros, y me dice: “Pasa, pasa… Verás qué grandes son mi jefe y mis compañeros”. Y… Ahí entré en este mundillo nuestro intertemporal…
Spínola (Riéndose): “Se oían las voces de Don Salvador Y Don Ernesto hasta en la cantina…” Alba: “Y Dieguito vomitaba--- Eso sí que era un cuadro…”
Spínola: “Hemos llegado. Nos llaman a la batalla”
MADRID 1956
Nuestra patrulla ha cruzado la puerta 145. Ha viajado a mediados del S. XX, concretamente a 1956. Son tiempos convulsos (esto es España) tras la fratricida Guerra Civil que dividió nuestra nación y sus gentes y que sembró un nuevo germen de odio que bullía entre los ciudadanos de cada rincón de la España de la Postguerra: el rencor.
Las gentes de la “España del Hambre” sentían el luto por los muertos recientes en campos de batalla, prisiones y reyertas callejeras. Muertos físicos, exiliados, cadáveres intelectuales. Pero, como cantaría más tarde Carlos Cano, sentían sobre todo que no existía “futuro sólo miseria”.
España es una bomba de relojería: racionamientos, miedo y desesperanza; autarquía, dictadura… Quietud.
Las Juventudes Universitarias se rebelan contra el status quo del momento. La tensión social es un hecho y es creciente. Las clases gobernantes se ven obligadas a un cambio en las políticas socioeconómicas y se liberaliza el comercio y se pone fin al racionamiento de bienes de primera necesidad.
Éstas y otras medidas, unidas a los Acuerdos de Madrid de 1953, donde España acoge militarmente al ejército americano en las bases de Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, a cambio de 1.500 millones de dólares, relajan, en cierta medida, las inquietudes económicas, debido a que propician la llegada de una importante cantidad de “bienes de equipo”, que traen consigo un importante desarrollo industrial.
A pesar de estas reformas, el ambiente ideológico está muy crispado y no parece muy probable la reconciliación; y en este contexto surge la razón de ser de nuestra patrulla en los años cincuenta… en febrero de 1956 para ser más exactos, un febrero tenso en el que el Gobierno de Francisco Franco se esfuerza en extirpar el pensamiento liberal que la Institución Libre de Enseñanza había alentado en las Universidades españolas.
Las
calles son un caldo de cultivo perfecto para las cargas y las barricadas. La “guerrilla”
se prepara en las Universidades y entre los grupos encargados de limpiar las
calles desde el bando falangista.
La puerta número 145 situada
en plaza san Bernardo lleva a los
agentes Spínola, Cayetana y Alba en busca de una persona que tiene importantes
aportaciones que hacer al mundo de la investigación y el desarrollo de nuestro
país, en materias aeronáutica, médica y doméstica: Manuel Jalón, ingeniero aeronáutico militar que se dirige a
Madrid a presentar y patentar uno de sus muchos inventos.
Jalón camina por la calle san
Bernardo. Se cruza con juventudes universitarias que claman por sus derechos. La
mala suerte quiere que los manifestantes se encuentren con un numeroso grupo de
falangistas que vienen de un homenaje a un reputado miembro pretérito y Jalón
está allí. Hay gritos y empieza la algarada. Las fuerzas del orden _ Los
Grises_ esperan órdenes. Y cargan contra las multitudes con fuerza.
El caos es total y las calles portales y rincones aledaños son un disturbio
ciego.
¿Qué debe hacer nuestra
patrulla? Ayudar a Manuel, que no le
suceda nada que altere su futuro y sus posteriores inventos.
Porque Jalón sangra por la
nariz; han debido golpearlo y se desorienta; lo empujan; cae y lo
pisotean. A malas penas entiende cómo ha
acabado en ese caos, y vuelve al suelo. Su maletín se pierde entre pisadas y
traspiés y algunos restos de sus bocetos se desparraman calle abajo.
Manuel Jalón respira con
dificultad. Respira agitadamente. Respira polvo y miedo. Un ruido sordo le embota el cerebro y no sabe
dónde mirar. Se deja llevar por la marea humana y nota un fuerte tirón de un
brazo… Lo rodean y siente cómo lo guían entre empujones… “¿mujeres?”… Oye
gritos de los grises… Los tienen rodeados… Los confunden con los jóvenes
manifestantes…
Se acercan… Escucha a una de las mujeres hablar de números… “¿Puertas de vuelta? ¿Spínola? ¿Busca?
No sabe dónde está pero se marea… Una mujer lo espera dentro de un portal con un extraño objeto en la mano… Parece una jeringuilla médica “¿quién es? ¿Qué está ocurriendo?”. Se desvanece…Nota un leve pinchazo en el brazo derecho y…cae.
Cayetana: “Nada que lamentar, finalmente. Me sube la “granulina” muchísimo en este trabajo nuestro. Es tan emocionante y tan nuevo todo! Si Goya pudiera pintarlo… En fin: Jalón a salvo, en una posada, y sin lesiones importantes. La posadera ha quedado convencida de que Alba era una estudiante más que lo ha ayudado a llegar aturdido por la refriega callejera. ¡Qué España la nuestra! Siempre matándonos…
Se acercan… Escucha a una de las mujeres hablar de números… “¿Puertas de vuelta? ¿Spínola? ¿Busca?
No sabe dónde está pero se marea… Una mujer lo espera dentro de un portal con un extraño objeto en la mano… Parece una jeringuilla médica “¿quién es? ¿Qué está ocurriendo?”. Se desvanece…Nota un leve pinchazo en el brazo derecho y…cae.
Cayetana: “Nada que lamentar, finalmente. Me sube la “granulina” muchísimo en este trabajo nuestro. Es tan emocionante y tan nuevo todo! Si Goya pudiera pintarlo… En fin: Jalón a salvo, en una posada, y sin lesiones importantes. La posadera ha quedado convencida de que Alba era una estudiante más que lo ha ayudado a llegar aturdido por la refriega callejera. ¡Qué España la nuestra! Siempre matándonos…
Spínola: La misión ha sido un éxito doña Cayetana.
Sí –respondió- Pero
creo que aún no ha finalizado. Recuerda cómo se conocieron Alba y “Dieguito”?
(Ríe). Y ¿recuerda que le pareció un
“flipao”?
-Jajaja. Lo recuerdo, por supuesto. ¡No conoce usted a Velázquez cuando bebe!
-Puede que no lo conozca, pero quiero saber qué es eso de “fliparse” y
qué se siente.
Caballerosamente Spínola le
ofreció su brazo: Caye, te voy a enseñar
el mejor lugar de Madrid…vámonos de chupitos. ¡Presiento que esto va a ser el
principio de una gran amistad!
Me ha gustado ver a un Spínola, que tal y como pude comprobar esta semana que se ha terminado, es el hombre del momento del ministerio, y de hecho, por estar tan cotizado me ha dado penita que vuestro final original sufriese un giro inesperado, aunque lo habéis solventado muy bien imprimiéndole ese aire de camadería con Caye, porque al fin y al cabo, en mi opinión, el Grande de España debía de ser un hombre que era amigo de sus amigos. Como fan de Don Ambrosio, debo decir que os ha quedado una viñeta memorable.
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