#TiempoDeRelatos
SALVAR A JOSÉ MIGUEL CARRERA o
La traición de Pablo
Es una tarde tranquila en el
Ministerio del Tiempo. Casi todos los funcionarios han terminado su jornada y
muchos se encuentran en la cafetería comentando las anécdotas del día.
En el despacho de Salvador, sólo queda Angustias en la
antesala, de pie frente a su mesa, apaga el ordenador, recoge su chaqueta y
sale, echando una última mirada para ver si todo está en orden.
Poco después de su salida, entre las sombras, se acerca un
joven que la ve marchar desde lejos, y sabiendo que estará solo, entra en
el despacho, enciende de nuevo el ordenador de Angustias y saca un pendrive USB del
bolsillo. Lo introduce en el puerto y empieza a teclear. Algo está
buscando, ¿pero qué?
Inquieto, no deja de mirar hacia la puerta, pero todo sigue a
oscuras.
De pronto, empieza a vibrar su móvil en el bolsillo.
- ¡Mierda!
Es Ernesto. Se apresura, termina su tarea clandestina y coge el USB al tiempo
que oye pasos decididos en el pasillo. Se asoma y ve que sus dos compañeras de
patrulla, Josune y Carmen, se acercan a paso ligero.
Ambas se asombran de ver que Pablo haya llegado tan deprisa; antes que ellas al despacho de Salvador. Él se excusa diciendo que estaba buscando a
Angustias para pedirle una copia de cierto informe; nadie más le da importancia
hasta que Ernesto entra al despacho con mucha urgencia.
Les explica que les ha mandado llamar para una misión
urgente, que deben partir de inmediato porque la única puerta cercana que les
puede llevar al sitio indicado, está a dos horas de camino del lugar donde les
esperan.
Se trata de José Miguel Carrera, quien sería prócer de la
independencia de Chile; en su juventud se encontraba alistado en los
Húsares de Farnesio, en el ejército de la Corona española, luchando en pro de
la independencia contra las tropas de Napoleón.
Se habían recibido noticias que se estaba tramando un
atentado contra la vida del chileno, durante su participación en la Batalla de
Ocaña, por lo que debían desplazarse al día 14 de noviembre de 1809, para
salvar su vida.
Josune les explicó a sus compañeros que debían protegerlo, pues debía participar en la batalla de Ocaña, donde resultaría herido
y sería trasladado a Cádiz. Allí se codearía con personalidades de renombre e
incluso conocería a Joaquín Fernández de Leiva, quien
representaría a Chile en las Cortes de Cádiz, de cara a la promulgacion de la
Constitucion de 1812.
Sin todos esos
avatares históricos, la independencia de Chile no habría tenido lugar, al menos
no como ahora se conocía. Ernesto asintió y les mandó inmediatamente a
vestuario para que se acomodaran a la vestimenta de la época. Josune iría como
auxiliar sanitaria, Carmen se mezclaría en las labores de abastecimiento de las
tropas y Pablo sería un combatiente.
Se les indicó que en el terreno estaría
esperándoles un funcionario, que durante esa misión se incorporaría a la
patrulla.
Una vez ataviados
con las vestimentas y enseres de la época, se dirigieron a la puerta 1501, que
les conduciría a su destino.
A su llegada, diluviaba. Les estaba esperando junto a la puerta, sita en un cobertizo en medio de la nada, un funcionario cuyo rostro les pareció familiar. De unos 45 años, llevaba un barba de pocos dias y un pañuelo blanco alrededor del cuello. Les dirigió a un establo cercano donde había tres caballos dispuestos para el viaje.Su nuevo compañero, aprovechando que estaban solos, sacó de una bolsa de cuero unas gafas negras de pasta, un puro y cerillas. Encendió el Habano y se presentó:
A su llegada, diluviaba. Les estaba esperando junto a la puerta, sita en un cobertizo en medio de la nada, un funcionario cuyo rostro les pareció familiar. De unos 45 años, llevaba un barba de pocos dias y un pañuelo blanco alrededor del cuello. Les dirigió a un establo cercano donde había tres caballos dispuestos para el viaje.Su nuevo compañero, aprovechando que estaban solos, sacó de una bolsa de cuero unas gafas negras de pasta, un puro y cerillas. Encendió el Habano y se presentó:
"Me llamo
Narciso. Pero para los compañeros soy Chicho, Chicho Ibánez".
Foto de Tamara Arranz a Sergio Villanueva como Chicho Ibañez Serrador |
Se dirigieron hacia
Santa Cruz de la Zarza, donde se suponía que las tropas se retirarían después que el temporal les frustrara intentar un paso por el río Tajo. Por el
camino Chicho les comunicó que un
contacto suyo en el ejercito francés había avisado de las intenciones directas
de dar muerte al futuro prócer de Chile, con armas "nunca vistas antes".
Una vez llegaron a
la localidad, encontraron las tropas acampadas, preparándose para la batalla que
empezaría muy pronto.
Las dos mujeres de
la patrulla se infiltraron entre el resto de féminas que acompañaban al
ejército, intentado averiguar dónde se encontraba Don José Miguel Carrera.
Mientras tanto, Pablo y su recién estrenado amigo Chicho, estrechaban lazos.
Chicho le contaba
que el Ministerio del Tiempo le había
reclutado en 1982, habían mandado a buscarle a 1955, con apenas 20 años. Confesó
que su pasión era otra, pues sus padres se dedicaban al mundo del teatro y el cine.
Y que desde pequeño tuvo claro cuál sería su futuro, quería dedicarse a
escribir guiones y a dirigir.
Pablo estaba
escuchando atónito, había descubierto quién era su ilustre compañero.
Al día siguiente,
Carmen avisó a Josune para que se reunieran cerca de las dependencias de
atención a los malheridos. Había localizado a Don José Miguel Carrera, y se había
sorprendido de encontrar a un joven de vientipocos años. Josune le recordó que
el joven había llegado a la península para cursar sus estudios y que entró en
el ejército con rango de teniente, debido al renombre de su padre, Coronel de
las Reales Milicias.
Se encontraron con
sus dos compañeros para poder vigilar de cerca su objetivo, y la patrulla al
completo se dispuso cerca de éste para salvaguardarle y evitar cualquier ataque
a su persona.
Los siguientes días
se sucedieron con normalidad, dentro de lo que cabe esperar, en preparación para
la batalla, hasta que el 19 de noviembre comenzaron los ataques por parte del ejército de Napoleón.
Las dos mujeres de la patrulla, quedaron encargadas de escudriñar los
alrededores, pensando que hallarían al atacante o atacantes acampados en las
cercanías. Los dos hombres, batallarían junto a José Miguel Carrera, con quien
habían congeniado tras los últimos días.
Pablo tenía la
mente en otro lugar. En su casa, con su familia. Palpó la bolsa que llevaba
consigo. Ahí estaba el pendrive USB. Aún no se lo habían requerido, pero no
tardarían en pedir que lo entregara. Trató de olvidarlo y seguir adelante. Pero
no pudo.
Montado ya en su
caballo, divisó a lo lejos un rostro familiar, ataviado con ropas sencillas
para pasar desapercibido entre la multitud. Un silbido, era la señal. Bajó del
caballo y se acercó al hombre que, con marcado acento norteamericano le pidió
la memoria usb. Pablo le miró, le preguntó si recibiría el dinero
inmediatamente, su familia lo necesitaba pues se acercaba la fecha del
desahucio.
El americano sonrió
con mezcla de despecho y malicia. Si el pendrive contenía toda la información
solicitada, la transferencia sería inmediata.
Pablo volvió a
montar en su caballo y se dirigió a la batalla. Iba a ser dura, una verdadera
masacre.
Unas horas después, la caballería francesa, muy bien organizada, rodeó pronto las tropas españolas. José Miguel Carrera dirigió de forma estratégica a un grupo de hombres, entre ellos a nuestros funcionarios.
Unas horas después, la caballería francesa, muy bien organizada, rodeó pronto las tropas españolas. José Miguel Carrera dirigió de forma estratégica a un grupo de hombres, entre ellos a nuestros funcionarios.
La caballería
francesa, cargó contra ellos. Pablo vio entonces, entre el enemigo, de nuevo a aquel tipo norteamericano, ataviado como el resto de tropa napoleónica, dirigiéndose
directamente a José Miguel. Le asestó con el sable en la pierna y
lo tiró del caballo. Inmediatamente Chicho intervino para salvarle.
Mientras tanto, las
dos patrulleras, acertaron a ver unas luces rojas a lo lejos. No se correspondían
a la época, eso seguro. Acechando, alcanzaron a ver un hombre encaramado en una
torre a medio derruir, acuclillado con unos prismáticos de última generación,
vigilando la batalla. A su lado a ras de
suelo otro hombre con un fusil de francotirador.Habían encontrado a quienes
buscaban.
Al primer disparo
no llegaron a tiempo. No hizo apenas ruido, pero no alcanzó a Carrera, ya
herido de gravedad en la pierna y en el suelo. En su lugar, Chicho recibió la
bala en un costado.
Josune sacó su
pistola, siempre la llevaba. De un tiro certero hirió de muerte al
francotirador, quien no advirtió la presencia de las mujeres. El de los
prismáticos, buscó su arma, pero ya había recibido una severa patada en el
pecho y cayó casi sin respiración al suelo. Carmen le puso el pie que había
usado encima, y Josune le apuntó con el arma.
-¿Quién os envía? Pero el
individuo no la miraba, buscaba algo entre los pliegues de su chaqueta. Lo encontró y lo agarró con fuerza, con miedo a perderlo. Las dos mujeres se miraron extrañadas. Era un pendrive.
- ¿Qué tienes ahí? Responde. Pero el enemigo sonrió maliciosamente. Ya había conseguido pulsar un botón oculto en su traje, y se desvaneció ante sus ojos.
- ¿Qué tienes ahí? Responde. Pero el enemigo sonrió maliciosamente. Ya había conseguido pulsar un botón oculto en su traje, y se desvaneció ante sus ojos.
En medio de la batalla, el tipo que
había herido a Carrera, se dirigió sin piedad a rematar la faena. Pablo
entonces lo vio todo claro, vio a Chicho caer de su caballo, vio al americano
tan cerca... que cogió su sable y se lo hendió en la espalda, cayendo ambos al
suelo.
Pablo corrió al
lado de Carrera que parecía estar bien. Algunos compañeros ya le estaban
asistiendo. Entonces vio a Chicho tendido en el suelo. ¡Mierda! No iba a ser
culpa suya que muriera. Mandaría a la mierda a los americanos y su pasta. Ya
buscaría una solución. La patrulla era lo primero. Chicho sangraba, pero estaba
consciente, así que le presionó la herida como pudo y decidió ponerle a salvo.
Antes rebuscó entre las ropas y enseres del americano que yacía inerte a su
lado, en busca del pendrive. Allí estaba, menos mal. Se lo metió en un bolsillo.
No tenía ni idea de que había llegado tarde. Su compatriota ya lo había copiado y se llevaba la información consigo a donde quiera que hubiese partido.
No tenía ni idea de que había llegado tarde. Su compatriota ya lo había copiado y se llevaba la información consigo a donde quiera que hubiese partido.
La patrulla se
recuperó de la batalla, que sin duda quedaría en su memoria para siempre.
Mandaron a Chicho al Ministerio, no sin antes comprobar que la historia no
había cambiado pasando el correspondiente informe a Salvador.
Pero aún quedaba el
resto de la misión. Escoltar a José Miguel Carrera hasta Cádiz, donde le
entregarían la Cruz de Talavera y desde donde dos años después decidiría
regresar a Chile para liderar la lucha por su independencia.
Cuando llegaron a
Cádiz la ciudad era un bullicio. No podían dejar de pensar en lo que en los próximos
años allí sucedería. Se habían asegurado que Carrera quedaba a salvo, pues
quedaba a cargo de un amigo, el hermano de Joaquín Fernández de Leiva y bajo la vigilancia de José de San Martín.
Era hora de volver
a su época, regresar al Ministerio y comprobar cómo encontraba su nuevo
amigo y compañero de patrulla.