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sábado, 6 de mayo de 2017

1.- SALVAR A JOSE MIGUEL CARRERA

#TiempoDeRelatos


SALVAR A JOSÉ MIGUEL CARRERA  o
 La traición de Pablo
 
Es una tarde tranquila en el Ministerio del Tiempo. Casi todos los funcionarios han terminado su jornada y muchos se encuentran en la cafetería comentando las anécdotas del día.
En el despacho de Salvador, sólo queda Angustias en la antesala, de pie frente a su mesa, apaga el ordenador, recoge su chaqueta y sale, echando una última mirada para ver  si todo está en orden.
Poco después de su salida, entre las sombras, se acerca un joven que la ve marchar desde lejos, y sabiendo que estará solo, entra en el despacho, enciende de nuevo el ordenador de Angustias y saca un pendrive USB del bolsillo. Lo introduce en el puerto y empieza a teclear. Algo está buscando, ¿pero qué?
Inquieto, no deja de mirar hacia la puerta, pero todo sigue a oscuras.
De pronto, empieza a vibrar su móvil en el bolsillo.
- ¡Mierda! Es Ernesto. Se apresura, termina su tarea clandestina y coge el USB al tiempo que oye pasos decididos en el pasillo. Se asoma y ve que sus dos compañeras de patrulla, Josune y Carmen, se acercan a paso ligero.
Ambas se asombran de ver que Pablo haya llegado tan deprisa; antes que ellas al despacho de Salvador. Él se excusa diciendo que estaba buscando a Angustias para pedirle una copia de cierto informe; nadie más le da importancia hasta que Ernesto entra al despacho con mucha urgencia.
Les explica que les ha mandado llamar para una misión urgente, que deben partir de inmediato porque la única puerta cercana que les puede llevar al sitio indicado, está a dos horas de camino del lugar donde les esperan.
Se trata de José Miguel Carrera, quien sería prócer de la independencia de Chile;  en su juventud se encontraba alistado en los Húsares de Farnesio, en el ejército de la Corona española, luchando en pro de la independencia contra las tropas de Napoleón.
Se habían recibido noticias  que se estaba tramando un atentado contra la vida del chileno, durante su participación en la Batalla de Ocaña, por lo que debían desplazarse al día 14 de noviembre de 1809, para salvar su vida.
Josune les explicó a sus compañeros que debían protegerlo, pues debía participar en la batalla de Ocaña, donde resultaría herido y sería trasladado a Cádiz. Allí se codearía con personalidades de renombre e incluso conocería a Joaquín Fernández de Leiva, quien representaría a Chile en las Cortes de Cádiz, de cara a la promulgacion de la Constitucion de 1812.
Sin todos esos avatares históricos, la independencia de Chile no habría tenido lugar, al menos no como ahora se conocía. Ernesto asintió y les mandó inmediatamente a vestuario para que se acomodaran a la vestimenta de la época. Josune iría como auxiliar sanitaria, Carmen se mezclaría en las labores de abastecimiento de las tropas y Pablo sería un combatiente.
 Se les indicó que en el terreno estaría esperándoles un funcionario, que durante esa misión se incorporaría a la patrulla.
Una vez ataviados con las vestimentas y enseres de la época, se dirigieron a la puerta 1501, que les conduciría a su destino.

A su llegada, diluviaba. Les estaba esperando junto a la puerta, sita en un cobertizo en medio de la nada, un funcionario cuyo rostro les pareció familiar. De unos 45 años, llevaba un barba de pocos dias y un pañuelo blanco alrededor del cuello. Les dirigió a un establo cercano donde había tres caballos dispuestos para el viaje.Su nuevo compañero, aprovechando que estaban solos, sacó de una bolsa de cuero unas gafas negras de pasta,  un puro y cerillas. Encendió el Habano y se presentó:
 

 "Me llamo Narciso. Pero para los compañeros soy Chicho, Chicho Ibánez".


https://twitter.com/TamaraArranz
Foto de  Tamara Arranz a Sergio Villanueva  como Chicho Ibañez Serrador 

Se dirigieron hacia Santa Cruz de la Zarza, donde se suponía que las tropas se retirarían después  que el temporal les frustrara intentar un paso por el río Tajo. Por el camino  Chicho les comunicó que un contacto suyo en el ejercito francés había avisado de las intenciones directas de dar muerte al futuro prócer de Chile, con armas  "nunca vistas antes".
Una vez llegaron a la localidad, encontraron las tropas acampadas, preparándose para la batalla que empezaría muy pronto.
Las dos mujeres de la patrulla se infiltraron entre el resto de féminas que acompañaban al ejército, intentado averiguar dónde se encontraba Don José Miguel Carrera. Mientras tanto, Pablo y su recién estrenado amigo Chicho, estrechaban lazos.
Chicho le contaba que el Ministerio del Tiempo  le había reclutado en 1982, habían mandado a buscarle a 1955, con apenas 20 años. Confesó que su pasión era otra, pues sus padres se dedicaban al mundo del teatro y el cine. Y que desde pequeño tuvo claro cuál sería su futuro, quería dedicarse a escribir guiones y a dirigir.
Pablo estaba escuchando atónito, había descubierto quién era su ilustre compañero.
Al día siguiente, Carmen avisó a Josune para que se reunieran cerca de las dependencias de atención a los malheridos. Había localizado a Don José Miguel Carrera, y se había sorprendido de encontrar a un joven de vientipocos años. Josune le recordó que el joven había llegado a la península para cursar sus estudios y que entró en el ejército con rango de teniente, debido al renombre de su padre, Coronel de las Reales Milicias.
Se encontraron con sus dos compañeros para poder vigilar de cerca su objetivo, y la patrulla al completo se dispuso cerca de éste para salvaguardarle y evitar cualquier ataque a su persona.
Los siguientes días se sucedieron con normalidad, dentro de lo que cabe esperar, en preparación para la batalla, hasta que el 19 de noviembre comenzaron  los ataques por parte del ejército de Napoleón. Las dos mujeres de la patrulla, quedaron encargadas de escudriñar los alrededores, pensando que hallarían al atacante o atacantes acampados en las cercanías. Los dos hombres, batallarían junto a José Miguel Carrera, con quien habían congeniado tras los últimos días.
Pablo tenía la mente en otro lugar. En su casa, con su familia. Palpó la bolsa que llevaba consigo. Ahí estaba el pendrive USB. Aún no se lo habían requerido, pero no tardarían en pedir que lo entregara. Trató de olvidarlo y seguir adelante. Pero no pudo.
Montado ya en su caballo, divisó a lo lejos un rostro familiar, ataviado con ropas sencillas para pasar desapercibido entre la multitud. Un silbido, era la señal. Bajó del caballo y se acercó al hombre que, con marcado acento norteamericano le pidió la memoria usb. Pablo le miró, le preguntó si recibiría el dinero inmediatamente, su familia lo necesitaba pues se acercaba la fecha del desahucio.
El americano sonrió con mezcla de despecho y malicia. Si el pendrive contenía toda la información solicitada, la transferencia sería inmediata.
Pablo volvió a montar en su caballo y se dirigió a la batalla. Iba a ser dura, una verdadera masacre. 
Unas horas después, la caballería francesa, muy bien organizada, rodeó pronto las tropas españolas. José Miguel Carrera dirigió de forma estratégica a un grupo de hombres, entre ellos a nuestros funcionarios.
La caballería francesa, cargó contra ellos. Pablo vio entonces, entre el enemigo, de nuevo a aquel tipo norteamericano, ataviado como el resto de tropa napoleónica, dirigiéndose directamente a José Miguel. Le asestó con el sable en la pierna  y lo tiró del caballo. Inmediatamente Chicho intervino para salvarle.
Mientras tanto, las dos patrulleras, acertaron a ver unas luces rojas a lo lejos. No se correspondían a la época, eso seguro. Acechando, alcanzaron a ver un hombre encaramado en una torre a medio derruir, acuclillado con unos prismáticos de última generación, vigilando la batalla. A su lado a  ras de suelo otro hombre con un fusil de francotirador.Habían encontrado a quienes buscaban.
Al primer disparo no llegaron a tiempo. No hizo apenas ruido, pero no alcanzó a Carrera, ya herido de gravedad en la pierna y en el suelo. En su lugar, Chicho recibió la bala en un costado.
Josune sacó su pistola, siempre la llevaba. De un tiro certero hirió de muerte al francotirador, quien no advirtió la presencia de las mujeres. El de los prismáticos, buscó su arma, pero ya había recibido una severa patada en el pecho y cayó casi sin respiración al suelo. Carmen le puso el pie que había usado encima, y Josune le apuntó con el arma. 
-¿Quién os envía? Pero el individuo no la miraba, buscaba algo entre los pliegues de su chaqueta. Lo encontró y lo agarró con fuerza, con miedo a perderlo. Las dos mujeres se miraron extrañadas. Era un pendrive.
- ¿Qué tienes ahí? Responde. Pero el enemigo sonrió maliciosamente. Ya había conseguido pulsar un botón oculto en su traje, y se desvaneció ante sus ojos.
En medio de la batalla, el tipo que había herido a Carrera, se dirigió sin piedad a rematar la faena. Pablo entonces lo vio todo claro, vio a Chicho caer de su caballo, vio al americano tan cerca... que cogió su sable y se lo hendió en la espalda, cayendo ambos al suelo.


Pablo corrió al lado de Carrera que parecía estar bien. Algunos compañeros ya le estaban asistiendo. Entonces vio a Chicho tendido en el suelo. ¡Mierda! No iba a ser culpa suya que muriera. Mandaría a la mierda a los americanos y su pasta. Ya buscaría una solución. La patrulla era lo primero. Chicho sangraba, pero estaba consciente, así que le presionó la herida como pudo y decidió ponerle a salvo. Antes rebuscó entre las ropas y enseres del americano que yacía inerte a su lado, en busca del pendrive. Allí estaba, menos mal. Se lo metió en un bolsillo.
No tenía ni idea de que había llegado tarde. Su compatriota ya lo había copiado y se llevaba la información consigo a donde quiera que hubiese partido. 


La patrulla se recuperó de la batalla, que sin duda quedaría en su memoria para siempre. Mandaron a Chicho al Ministerio, no sin antes comprobar que la historia no había cambiado  pasando el correspondiente informe a Salvador.
Pero aún quedaba el resto de la misión. Escoltar a José Miguel Carrera hasta Cádiz, donde le entregarían la Cruz de Talavera y desde donde dos años después decidiría regresar a Chile para liderar la lucha por su independencia.
Cuando llegaron a Cádiz la ciudad era un bullicio. No podían dejar de pensar en lo que en los próximos años allí sucedería. Se habían asegurado que Carrera quedaba a salvo, pues quedaba a cargo de un amigo, el hermano de Joaquín Fernández de Leiva y bajo la  vigilancia de José de San Martín.
Era hora de volver a su época, regresar al Ministerio y comprobar cómo encontraba su nuevo amigo y compañero de patrulla.



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