No hay tiempo mal vivido,
sino mal interpretado
#Tiempo de relatos
De: Judith Bachiller
Laura Romera Ardilla+ Alex Sppoky
Notes:
Este fanfic forma parte de "Tiempo de Relatos", un movimiento realizado por fans y para fans MDT. Los relatos (Trama 1) tienen el punto en común de que giran en torno al mismo arco principal: Darrow libera un gas en el Ministerio del Tiempo
que hace que los agentes no sepan distinguir los cambios realizados en
la Historia, salvo Amelia, Pacino, Alonso y quizá algunos mas...
..
Los pasillos del hospital eran tan normales que a Constancia le
parecía una afrenta al indómito carácter de Lola Mendieta. Su amiga Mendi no
merecía una cama de hospital como última morada, ella tenía que morir de pie, o
en un accidente de avión en el siglo XIX, o en las únicas islas árticas del
territorio español. Cáncer hepático y un hospital eran mucha vulgaridad para
una mujer con tanta clase, pero los finales en la vida real son mucho más
anticlimáticos que en el cine.
Al llegar a la habitación se cruzó con un hombre trajeado, canoso,
con aire de cargar con preocupaciones de más. El hombre la vio pero no le
prestó ninguna atención y se fue con su cara de lunes duro e interminable.
̶ ¿Mendi, ese era tu famoso director del Ministerio del Tiempo? ̶
dijo Constancia sin siquiera saludar.
̶ El mismo que viste y calza, a sacarme un último favor de
moribunda. ̶ La sonrisa socarrona de Lola no tenía cabida en aquella cara
demacrada por la quimio.
Contuvo el aliento, esperando el milagro, una cura de última hora,
algo que avivara la esperanza, un clavo ardiendo. Lola era para Constancia como
ese profesor que te encuentra cuando estás perdida y eres joven y te devuelve
la ilusión. Lola solo se rió cansada.
̶ Ancia, Ancia, ilusa como siempre. Sí que me ha prometido cambiar
el tiempo para evitar esto. ̶ Se señaló a sí misma. ̶ Pero sé que no lo va a
hacer, y el tiempo juega a su favor, él solo tiene que esperar para ganar,
incluso si quisiera actuar, intuyo que es tarde para mí.
̶ ¿Qué le has dado esta vez si sabes que no va a cumplir?
̶ Una forma de salvar a la patrulla, por cierto, hay papeles en mi
casa con los que te tendrás que quedar, no quiero que nadie los toque,
quémalos. Y no me mires así, le he dado lo que quería porque no puedo evitarlo,
Amelia es una debilidad, me recuerda mucho a ti.
̶ En absoluto. Ella no ha tenido la suerte que tuve yo cuando te
presentaste en aquella exposición del MOMA.
Acercó una silla a la cama para hablar largo y tendido con su
amiga, pero por dentro solo podía pensar en que le debía una a Mendi. El MOMA
había sido un sueño cuando acabó la carrera de interpretación y el máster para
especializarse en arte, subastas, triquiñuelas legales del mundo del arte... Y
lentamente se había vuelto una pesadilla aburrida que la tenía atada a un solo
sitio, una vida marchita y un trabajo que no suponía ningún reto. Siempre
aprendiendo por su cuenta y siempre con el resquemor de que nunca usaría nada
de lo aprendido.
Aburridísima hasta que llegó Lola a su vida como un huracán,
claro. Lola la usó, lo tenía claro, la arrastró a una vida con más vida por
metro cuadrado, la introdujo a una suerte de Bohemia moderna. “La Mendi” había
cambiado el contexto en el que vivía y con eso le había cambiado el significado
a todo.
Aunque Constancia era intérprete, según el título que colgaba en
alguna pared en casa de sus padres en Zaragoza, los últimos años se había
dedicado a hacer oficiales y posibles las compras de arte de Darrow. Ya se
sabía los entresijos legales entre los que se movían los marchantes oficiales y
Lola le había abierto la puerta trasera de aquel mundo que ella creía conocer.
Bueno, le abrió aquella puerta y muchas otras.
Por ejemplo, le abrió la puerta del día de la inauguración del
Prado y la puerta de Gaudí, y en varias ocasiones la puerta a la Barcelona de
1909, que por cierto, fue la única vez que Constancia pasó la noche en el
calabozo. Y todo por separarse de Lola; fue durante las escenas más
escalofriantes a las que llegó a acompañarla, quizá aquellas terribles imágenes
de las que fue testigo la despistaron e hicieron que se perdiera entre el mar
de revolucionarios de Barcelona.
Si no llega a ser porque había entablado amistad con Francisco Ferrer i Guardia seguro que su vida hubiera sido historia. Aquel hombre le
había cogido mucho cariño desde el primer momento y embaucó a un trío para que la sacaran de aquel infierno. No había vuelto a ver al barcelonés, cosa que
lamentaba profundamente, ni a los tres héroes involuntarios, cosa que no le
importaba demasiado.
Ya se hacía suficientes enemigos por buscar aventuras con Lola,
como para añadir otros tres de golpe. Además, ella en aquel momento los tenía
de corbata, la verdad. Los otros prisioneros morían como moscas y ella debía de
tener pánico e incomprensión tremendamente sinceros pintados en la cara.
Incluso después de que aquellos dos hombres de acento demasiado
castellano como para ser de por allí y la señorita de dicción instruida
lograran sacarla del agujero negro, pasaron días hasta que volvió a encontrar a
una Lola que la buscaba como loca. Al final ambas habían vuelto al presente
bastante aliviadas y no habían vuelto a hablar del incidente. Aquello no
impidió que Constancia volviera a viajar en el tiempo con Lola.
Por eso no importaba que Lola hubiese usado su aburrimiento vital
supino para construir parte de su imperio ilegal. Ni le importaba Darrow, ni el
tiempo ni el ministerio del que Mendi había huido. Lo que le importaban eran
las botellas de vino que Lola había escondido en el pasado y ellas se habían
bebido en el presente. Lo que le importaba eran las visitas a puertos fenicios
cuando no tenían un negocio entre manos y las carreras con los primeros coches
de carrera que llegaron a España y el escándalo de que mujeres los condujeran.
Lo que le importaba era que Lola no se merecía estar tan joven y
tan débil en aquella cama de hospital. Constancia sentía que si Lola se iba,
con ella morirían sus ganas de ser feliz.
En el funeral hubo un sorprendente respeto y una colección de
gente interesante, pero Constancia no se acercó. Se limitó a acudir a una
pequeña recepción que lo que quedaba de Darrow había organizado en honor a
todos los afectados por “los efectos secundarios de su proyecto”. Constancia
quería vomitar; cáncer, joder, cáncer, que lo llamaran por su nombre. A la mierda
con la hipocresía de aquella gente, a la mierda con el director del ministerio
que no había cumplido con su promesa.
Constancia tenía razón, Mendi no estaba y el tiempo era eterno en
un segundo. Pasaba demasiado rápido y demasiado despacio a la vez. Tuvo que
intentar tres veces ir a casa de Lola (una de ellas) a tirar sus cosas, porque
no hacía más que entrar y le invadía la rabia. Se deshizo de muchas cosas,
escondió otras, mandó lo que le pareció a donde creía que correspondía, pero
fue completamente incapaz de quemar las cartas, los documentos, los bocetos…
Se había quedado todo en una de aquellas carpetas grandes para
artistas, que al final era lo que había sido Lola en vida: una artista, artista
de lo ilegal y lo alegal, pero artista. Lo tenía todo guardado detrás de un
armario y lo sacaba para estudiarlo cada vez que la echaba de menos.
En eso estaba cuando sonó el móvil. Era uno de sus contactos de
Darrow y estuvo a punto de cometer el error de no responder.
̶ Rodrigues, there
was a successful hit. We have a USB with maps and we are organizing something with it, something big, those Spaniards won’t know what hit them, they shouldn’t have killed the boss. Can we count on you?
̶ Sure.
Y una mierda
“sure”, claro. Pero ellos de
eso no se iban a enterar, igual que no se enteraban de que era española y no
americana de familia mexicana como siempre asumían. ¿Por qué? Fácil, porque
buscaban venganza, venganza por lo que había hecho Lola. Tan, tan estúpidos,
venganza por su venganza, ojo por ojo… Ella se hubiese reído de la ironía, pero
ella ya no estaba… A menos que Constancia hiciera algo al respecto.
Si algo le había enseñado Lola, era a seguirle el ritmo o caer en
el intento. Es decir, las mentiras, engaños y medias verdades eran parte de su
repertorio de armas. Antes de aquella llamada solo tenía rabia, pero esa
llamada significaba que los cabecillas de el Darrow original habían ido en
busca que nuevos chanchullos, y los que quedaban estaban perdidos, lo bastante
como para contar con ella para un plan.
Si había un plan y si le dejaban la menor oportunidad de
participar en él, Constancia haría todo lo posible por aprovecharlo. Por la
Mendi.
...
Era muy sencillo, consistía en tirar la piedra y esconder la mano
sin que nadie llegara a verla. La palabra adecuada en el momento justo.
̶ ¡No me diga! Y no conoce usted al doctor Williams, no se
preocupe, yo les presento. ¡Doctor Williams! Hola, doctor Williams, le presento
al señor Doe, era ingeniero para Darrow, jefe de I+D, ¿sabe? tiene que hablarle
de aquello que me comentó del gas y la memoria.
La persona conveniente con la idea adecuada...
̶ Desde luego, Allan, un insulto, nos han hundido la vida.
¿No cree que sería necesario algo que… no sé, algo que nos distinguiese? Sí,
exacto. Un golpe, atacar, toda la razón. Eso, donde les duela, en la historia.
…o la persona conveniente con la idea inadecuada.
̶ ¡Justo eso es lo que le dije a Allan! ¿Frontal, sin
estrategia? Es un poco… bruto. Mire, escuche, a él no se lo quiero ni
mencionar, pero hay que darles donde las duele. Exacto, el tiempo. Desde luego
usted sí que piensa, algo así tenía yo en mente. ¿Qué mayor insulto que
hacerles inútiles en su gran cruzada para defender la historia? ¿Conoce por
casualidad a Williams y Doe? Han estado desarrollando un gas…
Atando cabos sueltos…
̶ No, claro, no se pueda aguantar su actitud de jefecillo
¿Quién se cree? Claro, claro.
…y desatando tormentas.
̶ Ese hombre nos va a poner a todos en peligro, no se puede
trabajar así, ¿no hay nadie que haga algo? Ya no por Darrow, sino por todos
nosotros, por el bien de los que quedamos y para llevar nuestra venganza a buen
puerto. Sé que nadie quiere sustituir al jefe tan pronto, pero… Oh, o sí, ya
veo.
Haciendo tantos amigos como enemigos por el camino.
̶ Me importa un bledo vuestro ideal capitalista. El
objetivo no es robar el libro de las puertas. La empresa se ha ido a pique y ni
entre todos podríamos levantarla, ahora lo único que hay que decidir es si vais
a ayudar o si vais a dejarnos hacer todo el trabajo al resto.
Vamos, aportando su granito de arena.
̶ Allan, quiero que esto prospere, pero vas a tener que
confiar en mí. Tengo documentos del Ministerio, pero no puedes preguntar de
dónde los he sacado. ¿Qué te he dicho? Chitón.
Algunos dirían que como un granito de arena en una ostra…
̶ Sus ideas no cuadran en absoluto con las nuestras, no hay
necesidad de saboteos, la historia se corrompe sola, solo tenemos que quitarles
la habilidad de detectarlo. Exacto, señor, son un riesgo para la misión, de
verdad lo creo. ¿Cree que habría algún modo de cortar la comunicación con
ellos?
̶ Allan, piensa lo que haces, imagina lo que puede pasar si
nos dividimos ¿no crees que los necesitamos? ¿no? Vaya. ¿Distanciarnos? ¿Por
completo? Claro que pienso que necesitamos un enfrentamiento frontal, que sepan
que somos nosotros, que sea una venganza, pero… ¡Vale, vale! No hace falta
ponerse así.
…incordiando hasta que se forma una perla.
̶̶ Claro, como experta en cultura española os recomiendo
estos días; son lo que allí se llama puente y va a coincidir con una huelga de transporte
en Madrid. No habrá mucha gente.
̶ ¿Está seguro, ese día? No, no, yo no digo nada, es que…
Bueno, es que la semana siguiente hay huelga y vacaciones y, claro… Bueno, en
mi humilde opinión, el día ideal sería este.
Fácil, fácil, fácil.
...
Constancia dio buen uso a la información, tanto la que tenía
Darrow como la que Lola había dejado atrás. Dedicó mucho tiempo a memorizar
fechas, pasillos, escaleras ministeriales y pasadizos en calles oscuras. Tardó
mucho en trazar una ruta segura, era una locura, era como esos problemas de
lógica y matemáticas con tres recipientes y ninguno es la medida que quieres
conseguir.
En los márgenes de un documento garabateado aparecía varias veces
“¡¡¡No tienen sentido!!!” escrito con una letra nerviosa; alguien que no había
tenido el empeño de Constancia. Debajo aparecían más explicaciones: “Tras
estudiarlas durante meses no hemos llegado a una conclusión. No hay un
algoritmo, no hay lógica discernible. Las puertas cambian, evolucionan, se
cierran en bucles, aparecen y desaparecen sin motivo aparente la mitad del
tiempo, su comportamiento no es tanto mecánico como… Orgánico. Como si hubiera
una mente emocional y no necesariamente lógica encargada de su distribución. Si
no fuera ateo, diría que es cosa de Dios. –Ventura Reyes”.
Por un momento se quedó mirando los planos del ministerio de
Argentina, podría usar un atajo, la verdad… Pero no; tenía que ser lista y
quedarse oculta en el caos que causarían en el Ministerio Español. Si se
alejaba mucho corría el riesgo de que la descubrieran con facilidad.
De modo que se quedó otras tantas noches despierta buscando la
solución a sus recipientes de tiempo y espacio. Todo era muy delicado porque
cada vez que pensaba que lo tenía se daba cuenta de que era la fecha correcta
pero daba a Filipinas o que la puerta 12 que pretendía atravesar en realidad no
existía si llegaba a través del siglo XV.
Era un caos, pero lo que tenía claro era que Lola se equivocaba:
no era demasiado tarde si aún se podía hacer algo, y no importaba la mezquina
venganza de los yanquis, ni si caía el Ministerio. Por eso había movido hilos
como Lola sabía hacer, había usado a sus compañeros de Darrow, había propiciado
los enfrentamientos y había coordinado los dos bandos principales; I+D con el
gas y los radicales que querían sabotear la historia.
Mientras ellos se enfrentaban al ministerio, ella volvería al día
que Darrow decidió crear el túnel del tiempo y por sus muertos que Darrow se
pasaría el resto de sus días como agencia de viajes al Torrelodones americano
mientras su director criaba malvas. Lola había apretado el gatillo una vez,
Constancia solo tenía que ir y hacerlo un poco antes.
...
Afortunadamente, Constancia encontró la ruta perfecta a tiempo. La
memorizó y se deshizo de todos los cálculos que no fueran el resultado final.
El agente que se había encargado de la logística logró enviar ambos equipos a
Madrid sin que ninguno de ellos supiera del ataque del otro. Sobre todo porque
Constancia le dijo que ir por separado era parte del plan para no levantar
sospechas.
El equipo de asalto tenía que ir a una puerta que el ministerio
desconocía en una caseta de mala muerte en medio del campo; el equipo con las
máquinas de gas iba a entrar por la entrada principal. Habían pinchado varios
teléfonos e interceptado una llamada para arreglar de nuevo un aire
acondicionado en mal funcionamiento.
El enfado del funcionario que fuera era monumental así que le
alivió saber que en lugar de los técnicos de la última vez, ahora iban a enviar
a ingenieros americanos. A Constancia siempre le mosqueaba un poco que los
propios españoles se sintiesen más seguros en manos de extranjeros cuando todo
era más de lo mismo. Pero no sería ella la que se quejase si eso les permitía
meterse en el ministerio.
Así que todo estaba listo.
Constancia suspiró.
...
Todo iba bien. Estaban dentro, las máquinas estaban instaladas y
ella llevaba varias máscaras antigás en una bolsa que había colado como útiles
para arreglar el aire acondicionado. Mientras el equipo se despedía y se
marchaba para soltar el gas de forma remota, ella se excusó buscando el baño.
Sobra decir que en realidad se dirigió al pozo de las puertas. De camino allí
se cruzó con unos agentes de Darrow que la sorprendieron porque no tenían que
dirigirse por allí, pero eso no era asunto suyo. Se puso la máscara antes de
que fueran en punto, la hora señalada.
Saltaron las alarmas, probablemente por los despistados del grupo
de asalto de Darrow. Funcionarios corrían sin saber adónde. Unos salían, otros
entraban, el gas entró en acción, el grupo de asalto llegó por donde ella había
sugerido y la vieron en lo alto de la escalera con un gesto de confusión.
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Foto de Tamara Arranz |
En una esquina, viendo el caos crecer, Constancia supo que aquel
era el mejor momento en meses, quizá incluso años. Aquel era el momento en el
que solo ella sabía lo que estaba pasando; la persona que llevaba las riendas
no era ni de Darrow ni del Ministerio. Respiró orgullosa durante un momento.
Aquello no duraría; había que disfrutarlo.
Alguien, la patrulla de la que tanto hablaba Lola en los últimos
meses, debía de haber encontrado la forma de combatir el gas y habían sellado
el ministerio del pozo de las puertas, pero daba igual, los saqueadores y ella
estaban ya dentro. Un pequeño grupo de funcionarios aporreaban la puerta sin
darse cuenta de que al otro lado era donde estaba el gas.
Ella bajó por la escalera, dejó la bolsa en el suelo y le tendió
una de las máscaras al jefe de la operación.
-What are you doing here?
¿Que qué hacía ella allí? Vaya un desagradecido, encima de que
había traído máscaras para todos los agentes de Darrow que iban dando órdenes.
Aunque aquel hombre no era tonto, probablemente al verla se habría dado cuenta
de que las máscaras eran solo para prolongar el caos un poco más cuando el gas
se filtrase en un rato e inundase también el pozo.
Ella no respondió y él admitió la derrota aceptando la máscara que
Constancia le tendía.
̶ Go on your way
and I’ll go on mine. ̶ Sugirió ella.
̶ This is treason.
Know that if I happen to find the door to your birth you will never have had
the chance to betray us.
La conspiradora se rió sin pizca de humor de aquella amenaza vacía
y puso rumbo al pasillo en el que empezaba su viaje. Ella no tenía tiempo para
chorradas y ellos tampoco. El resto de agentes la dejaron pasar sin comprender
lo que hacía allí su intérprete, pero Allan lo había entendido a la primera y
le taladraba la nuca con la mirada.
Teniendo en cuenta que ella había diseñado el plan de extracción
para salir por la puerta blindada que se acababa de cerrar; teniendo en cuenta
que Constancia sabía que aquella puerta se iba a cerrar y no había avisado a
nadie… Sí, lo cierto es que los había jodido bien jodidos.
Que no hubieran escupido en la tumba de Lola cuando fue ella la
que los libró de que los siguieran usando y envenenando. No, se habían ganado
que los pillaran. Constancia solo lamentaba que el equipo del gas hubiera
escapado, pero si los funcionarios les seguían el rastro los encontrarían.
Quizá con más facilidad de la esperada porque Constancia se había hecho con
todos los pasaportes falsificados de los agentes, así que lo tendrían crudo
para salir del espacio Schengen.
Mientras se alejaba, Constancia se quedó mirando al grupo de
estadounidenses. El líder de los saboteadores del tiempo podía rendirse y
marcharse por donde había venido, pero había aceptado la máscara. Incluso si no
podía salir, incluso si estaba encerrado en aquel laberinto de puertas que
cualquier bedel comprendía mejor que él, no iba a dejarse coger. Hizo uno de
esos gestos militares que tanto le gustaban y movilizó a sus hombres para hacer
cuanto daño pudiera antes de que les pillaran.
El militar hizo un conteo de sus saboteadores y cuando solo
quedaban dos se dio cuenta de que le faltaba gente.
̶ Where are Smith
and his team?
̶ They ditched us! Assholes!
Los agentes con los que Constancia se había cruzado, he ahí el
único imprevisto del plan. Si la intuición no le fallaba, los inversores
mosqueados con los que habló sobre dejar que Darrow muriera como empresa con su
líder habían movido una ficha sin que ella lo supiera, pero no era un problema.
Constancia no hizo gesto alguno para ayudar a los que fueron sus compañeros,
tenía claro que Darrow no iba a ninguna parte en ese plan. Los capitalistas emperrados
en continuar con el negocio robando el Libro de las puertas habían hecho lo
mismo que ella: usar la confusión para sus propios planes.
Ya valía de retrasos. Siguió bajando la escalera y enseguida los
cambios del equipo de saboteo temporal se hicieron notar. Bajo sus pies la
escalera era de hierro forjado, ahora de madera, ahora de cobre. Ahora había
luz y ahora no. Ahora la escalera subía y ahora bajaba. Las puertas no
cambiaban. La gente a su alrededor cambiaba, los vestidos cambiaban, las caras,
las paredes… todo. Todo salvo las puertas.
Incluso el estado de ánimo empezó a cambiar. Los que estaban
agolpados se vieron afectados por el gas antes que el resto y en seguida
volvieron a sus quehaceres, porque llegaban tarde o por el fastidio de que se
hubiese vuelto a bloquear el ascensor.
A los ojos de una persona con máscara el mundo se volvió una
máquina tragaperras que no dejaba de girar y variar. Constancia tenía una
ligera idea de lo que se suponía que los saboteadores tenían que cambiar, pero
podían haber cambiado el plan, porque no veía la relación entre el plan
original y que las lámparas junto a las que pasaba tuvieran bombillas de alto o
bajo consumo.
En cualquier caso, tenía un objetivo que cumplir así que se
internó en un pasillo. A sus espaldas la escalera desapareció y volvió a
aparecer en breve. Quizá el Ministerio era más difícil de destruir de lo que
parecía. No lo había tenido en cuenta, pero si lograban destruir el ministerio…
¿podían desaparecer las puertas?
Se deshizo de aquella idea agorera, hizo un repaso de la solución
al laberinto y cruzó la puerta que la llevaría 245 años atrás y a tres
provincias de distancia. No se detuvo a mirar, tenía que cruzar cuatro manzanas
y llegar a una puerta que la llevaría 63 años más adelante y a Canarias, luego
otra 25 años adelante y otra 677 atrás, y no tenía tiempo para cambiarse en
cada puerta, así que tenía que cruzar a toda velocidad como una exhalación
anacrónica.
Daba igual la historia, pero su carrera por el tiempo la
convertiría en el Giraldillo en la Giralda: atrayendo miradas inevitablemente.
Y eso significaba que alguna patrulla acabaría siguiéndole el rastro, o algún
cualquiera histórico la detendría por bruja, o por no ir lo bastante cubierta,
o por ir por la calle sin un hombre…
Viajar en el tiempo y ser mujer no eran cosas fácilmente
compatibles. Incluso la moda de ellos era un poco más intemporal. Pero el tema
no era que la entretuviesen o que llamase la atención; era que no debían
descubrirla demasiado pronto.
Dejó atrás calles embarradas, vías romanas, chozas a punto de ser
consumidas por las llamas, hospitales, iglesias, hogares, asilos… Había mucha
variedad, eso seguro. Constancia ignoraba a cualquiera que le dirigiese la
palabra con mucha facilidad y apretaba el paso. Otra puerta, otro tiempo, otro
viaje en el que no podía despistarse, especialmente en las ocasiones en las que
las puertas llevaban a ministerios de otras épocas y volvía a aquella escalera
llena de caminos donde era muy fácil confundir la puerta 96 y la 69.
Lo que la tenía más confusa era el aspecto cambiante de todo a su
alrededor. El saqueo temporal seguía en marcha y sólo las épocas más antiguas y
remotas escapaban a la escabechina crónica. Claro, que en Darrow no eran tan
estúpidos como aparentaban, pisar el mamífero equivocado en el tropecientos
antes de Cristo y puf, adiós humanos, aunque quizá entonces todos fueran
humanoides-lagartos, quién sabe.
Estaba divagando. Era algo que hacía cuando se daban dos
circunstancias: que estuviera nerviosa y que estuviera aburrida. Y el paseo
estaba siendo francamente aburrido. Pasar y pisar sin dejar huella y sin que el
viaje dejase huella en ella, como quien va a hacerse la foto frente al
Guggenheim pero no entra.
Además, en lugar de observar los sitios observaba a sus gentes con
paranoia agazapada y lista para echar a correr si era necesario. No tenía
tiempo de ver de qué siglo era cada quién y en la vorágine de cambios mucho
menos. Donde ella miraba en realidad era en lo profundo sus miradas, esa chispa
que delataba malas intenciones.
Aquí era de día, aquí de noche, aquí invierno y aquí verano,
Constancia ignoraba el frío, el calor y avanzaba en la oscuridad cuando era
necesario. Tenía que mantenerse concentrada para que los cambios no la
despistaran.
Al levantar la vista para tomar aliento notó que los cambios eran
menos frecuentes, la velocidad del cambio disminuía y eso solo podía significar
dos cosas, o el ataque había tenido éxito y no quedaba nada de la España que la
vio nacer, o el Ministerio había encontrado la forma de detener el ataque.
Constancia era amiga de las apuestas, pero esta estaba en un ajustado 50 %.
La siguiente vez que la deslumbró un sol de media tarde se quedó
mirando la placa de una calle. Aparecía un nombre que no se correspondía con lo
que ella se esperaba, pero era comprensible con tantos cambios. En ese instante
la historia volvió a cambiar y la placa recuperó el nombre correcto y familiar.
Constancia contuvo el aliento. Bien, estaban restaurando la historia, mientras
estuvieran ocupados en eso ella podría seguir avanzando.
Cruzó tres puertas y volvió a un ministerio pasado; quedaba poco.
Solo tenía que bajar dos pasillos y pasar por la puerta que la llevaría a aquel
viaje a España que el difunto director de Darrow hizo en su juventud. Constancia
solo llevaba encima uno de aquellos taser tan populares en Estados Unidos, pero
ella lo había modificado para que la carga fuera letal.
Sería fácil, lo más complicado sería sonreír al grandísimo hijo de
puta mientras se acercaba para electrocutarlo.
̶ ¡Oiga! ¡Eh! ¿Qué hace usted aquí en 1879?
Constancia maldijo por lo bajo pero no se detuvo.
̶ ¡Eh! Que nos han llamado a todos de vuelta a 2017 a…
̶ Yo a esa mujerzuela la conozco.
Constancia se giró; estaba a dos vueltas de distancia en la
escalera de caracol, podía permitirse el lujo de echar un vistazo ante aquella
sorprendente afirmación.
̶ Entonces la tía no es de este tiempo.
̶ Me temo que no, Pacino ̶ Constancia emprendió la huida sin
dejarlos acabar. Efectivamente, tras aquellas máscaras de gas pudo distinguir a
dos de los tres que la sacaron del calabozo en 1909. Vaya con su suerte. Tras
ella oyó lo que cualquiera espera oír mientras es perseguido.
̶Pues si huye será ̶ la voz a lo lejos estaba entrecortada
por la carrera. ̶ que trigo limpio no es, ¿o qué?
Constancia cruzó la puerta que había memorizado y corrió por una
calle concurrida intentando zafarse de sus perseguidores. Entró en un bar en el
que los parroquianos la miraron mal. La puerta estaba en el lavabo de
caballeros y al otro lado había otro ministerio.
Tropezó con alguien que acabó encañonándola.
̶Alto o disparo. ̶ El hombre con el trabuco se echó a reír.
̶ ¡Qué cara has puesto! Voy a devolver esto a atrezo. En fin…
En cuanto el funcionario se fue respiró aliviada, pero el alivio
le duró poco al ver que el hombre sacaba del bolsillo un Nokia del año de la
pera. No, aquello no era correcto. La tecnología en el ministerio de aquel año
según sus cálculos debía de ser bastante más avanzada. Y las cosas estaban
volviendo lentamente a la normalidad, así que no era cuestión de un cambio
temporal.
Bien podía ser que aquel funcionario en concreto le tuviera cariño
al modelo viejo, o que el ministerio no tuviera presupuesto para nada mejor,
pero le daba la sensación de que no era así. Corrió a la siguiente puerta sin
darse cuenta de que alguien en el ministerio se había fijado en ella y en su extraño
comportamiento.
Al otro lado Constancia se encontró con Madrid, efectivamente,
pero era un par de meses tarde según el primer periódico que encontró,
demasiado tarde y con la patrulla en los talones. Ya no había forma de salvar a
Lola. Mendi la torbellino se quedaría dos metros bajo tierra por un estúpido
error de matemáticas. Constancia estaba segura de que había hecho los cálculos
bien, completamente segura, pero había tantas cosas que podían haber afectado
sus cálculos, tantos factores que escapaban a su control… Quizá los informes
con los que había trabajado estaban desactualizados, o quizá un giro en el
pasillo equivocado había hecho que perdiera el hilo.
Había entrado con planes muy claros, pero ya no tenía claro qué
más hacer; sabía que estaba irremediablemente perdida en el tiempo si no la
sacaba de allí una patrulla, y eso solo si no la encontraba alguno de los
agentes de Darrow y se vengaban por su traición primero. En cualquier caso, su
única oportunidad pasaba por volver al ministerio y quizá, con un poco de suerte
podría encontrar una una salida a 2012. Así solo perdería cinco años de su vida
si lograra huir y si decidiera continuar viviendo a partir de ese momento.
Volvió sobre sus pasos y nada más atravesar el quicio le hicieron
una llave y la inmovilizaron contra la pared tan rápido que no tuvo tiempo de
ver quién la había logrado capturar.
̶ ¿A quién tenemos aquí, una espía? ̶ La voz ligeramente
familiar se acercó a su oído. ̶ Déjame que te diga que no estás haciendo
un buen trabajo, no tienes pinta de funcionaria.
Constancia tardó en responder, casi ni respiró, se quedó
ojiplática mirando los ladrillos descubiertos de la pared.
̶ ¿Lola? ̶ Fue más un aliento incrédulo que una verdadera
palabra.
̶ Una espía que ha hecho los deberes, por lo que veo.
̶ Cree el ladrón que todos son de su condición. ̶ Lola la
presionó con más fuerza, pero Constancia logró reírse con una chispa de
auténtico humor que no había cruzado su rostro desde que emprendió esta misión.
Sonaron pasos apresurados por la escalera, intuía que serían tres
pares de pies y que, por lo tanto, se le agotaba el tiempo. No podía zafarse de
Mendi, no la habían reclutado por nada. Si intentaba escapar el mejor de los
casos era una luxación, pero no importaba, no importaba, no importaba, porque
ahí estaba su ocasión, en bandeja de plata.
̶ Finge lo que tengas que fingir, miente cuanto sea necesario,
Lola, pero tú no uses el túnel del tiempo. Limítate a las puertas. Es
importante, no lo olvides, no te pega ser una mártir cuando queda un as en la
manga. ¿Me oyes? El túnel malo, Darrow malo. ̶ Constancia no tenía idea de cómo
hacer que Lola recordase sus palabras de chiflada dentro de a saber cuántos
años.
̶ Mi día mejora por momentos, ¿ahora hacen el trabajo por
nosotros?
̶Disculpa, a partir de aquí nos encargamos nosotros. ̶
Amelia disimuló un respingo instintivo al reconocer a Lola. ̶
Somos… una patrulla del ministerio actual.
Lola no terminaba de fiarse, pero la media sonrisa de Constancia
parecía un tanto histérica e inspiraba poca confianza. Menos que la patrulla al
menos.
̶ Extraña patrulla. Pero no soy quién para cuestionar las
decisiones de Salvador. ̶ Constancia estuvo a punto de reírse. Una
versión de Lola que no cuestionase a Salvador era completamente risible.
Lola sacó unas esposas de a saber dónde y entregó a Constancia a
la patrulla. Alonso hizo presa en sus brazos y se notaba que era férrea. De ahí
no iba a salir ni mordiendo. Constancia forcejeó débilmente, pero sabía que
eran sus últimos minutos. No volvería a tener ningún control sobre la
situación, era ahora o nunca, y Constancia no era muy amiga del nunca.
̶ ¡Lola! Un día te verás en un cruce de caminos; acuérdate de mis
palabras: Toda puerta tiene una llave, pero no todo túnel tiene salida.
Las esposas tintinearon en el suelo cuando Constancia simplemente
desapareció.
̶ ¡Supera eso, Houdini! ̶ Exclamó Pacino.
̶ En realidad…
̶Gracias por tu colaboración. Lamentamos que haya sido un esfuerzo
en vano. ̶ Dijo Amelia extendiendo una mano a Lola.
̶ Siempre es un placer colaborar con el Ministerio presente. ̶
Lola se agachó y recuperó sus esposas, se quedó contemplándolas como si
aún hubiera alguien en ellas. ̶ Quién sabe en realidad lo que nos depara
el futuro, quizá no haya sido en vano. Y dejadme que os pregunte, ¿y esas
máscaras que llevabais los cuatro?
...
Apenas un parpadeo y Constancia ya no estaba maniatada entre la
patrulla y una amiga que aún no lo era. Parpadeó lentamente. Miró a su
alrededor. Volvió a parpadear. Estaba en un pasillo vacío del ministerio. Es
más, conocía aquel pasillo, era el que la llevaría a la puerta que había estado
buscando. Se sonrió. Ya no hacía falta.
Sabiendo dónde y cuándo estaba, era fácil desandar lo andado y
volver al presente mediante una puerta que recordaba oculta en 1954.
Fácil, fácil, fácil.
...
Salvador caminaba apesadumbrado, pero impasible con una fachada de
director impecable. Pasó frente a la cafetería del hospital para dirigirse a la
habitación en la que había visto por última vez a Lola Mendieta. No se molestó
en comprobar quién había o quién podía estar vigilándole. La pareja le vio
entrar con discreción, no necesitaban esconderse detrás de un periódico cuando
Salvador iba tan preocupado que no veía dónde pisaba.
̶ ¿Crees que va a decirte que hará lo que le pediste?
̶ Creo que va a darme un sermón sobre la importancia del tiempo y
nuestra integridad y que busque en mí misma porque yo una vez fui funcionaria
con ellos y eso implica anteponer el bien común… Puedes imaginar el resto.
̶ No sé. Quizá estés siendo muy cínica.
Lola no respondió. Se quedó mirando a Constancia, valorando hasta
qué punto se creía sus propias palabras. No pudo distinguirlo, así que cambió
de tema.
̶ En cierto sentido… Lamento que tu plan original no funcionase.
Había hecho contactos en Darrow que si no están ya muertos lo estarán pronto. Y
ahora que Salvador piensa que he muerto no hay nada que le impida olvidarse de
la promesa que me hizo.
̶ Bueno, pero está hecho.
̶ Hablas como él. ̶ Se rió Lola. ̶ El tiempo es el que
es; lo hecho, hecho está; el pasado debe quedarse en el pasado.
̶ Oye, pero tengo mis dudas. Desaparecí del pasillo, supongo que
porque mis palabras funcionaron, pero como que recuerdo dos vidas ¿me explico?.
Me fui porque habías muerto, pero vuelvo y solo has fingido tu muerte, ¿o
siempre has fingido tu muerte y me fui por nada, por cumplir algo fijo en el
tiempo? ¿Ha habido un cambio, ha llegado a haber una paradoja, o hay alguna
especie de universo en el que no estás viva? ¿Vamos a cruzar una puerta y
encontrarnos con una lápida que diga que en realidad ninguna de las dos estamos
vivas o algo?
̶ Ahí, está. Calla, ahí va.
Salvador se tapaba la boca con una mano y tenía un brote nervioso
que por una vez parecía incapaz de controlar. Salió del hospital pero no se
marchó, sino que se quedó allí, respirando aire de la calle y frotándose la
cara con ambas manos. A Lola la sorprendió darse cuenta de que estaba llorando,
o tratando de controlar las lágrimas. No se sentía culpable, en absoluto, no se
sentía culpable de que fuese la segunda vez que le hacía creer que estaba
muerta.
Y sin embargo se quedó mirando a un hombre de inquebrantable
fortaleza y derrotado. Salvador parecía de repente mucho más viejo de lo que
era en realidad, más viejo que nunca. Y a la vez parecía un niño desconsolado
intentando ocultar las lágrimas porque le han dicho que tiene que ser fuerte.
̶ ¿Qué vas a hacer ahora que nadie se espera que tú muevas ficha?
Salvador se recompuso como pudo y se marchó con dos pares de ojos
pegados a la nuca.
̶ Pues yo creo que lo hubiera hecho, después del discursito,
habría cambiado el tiempo.
M FOR MENDIETTA
No hay tiempo mal vivido,
sino mal interpretado
#TiempoDeRelatos